Inglaterra 4 x 2 Alemania [Mundial 66]

Cualquier inglés, aunque no hubiese nacido siquiera en aquel momento, jurará que el balón cruzó la línea. En Alemania, por supuesto, podemos esperar una respuesta diferente. El segundo gol de Geoff Hurst en la final del Mundial de Inglaterra de 1966 sigue siendo hoy motivo de discusión. Incluso la autobiografía del delantero empieza con esta pregunta: "¿Fue gol?". Pese a todo, es indudable que el 30 de julio de 1966 fue el día en el que Inglaterra se proclamó campeona del mundo. Y lo hizo después de una de las finales más emocionantes de la historia, en la que Alemania Occidental empató en la última jugada del tiempo reglamentado, y en la única del torneo en la que un mismo futbolista anotó tres tantos.

La edición de 1966, la última que se transmitiría en blanco y negro, estuvo repleta de color y sucesos. En ella tuvieron un papel protagonista dos nombres nuevos en el panorama mundial: el delantero portugués Eusébio, Bota de Oro del certamen, y la RPD de Corea, que eliminó contra pronóstico a Italia. A la hora de la verdad, sin embargo, quienes llegaron hasta el final fueron los anfitriones y la Républica Federal de Alemania. Wembley fue el escenario de una contienda en la que se enfrentaron dos grandes de todos los tiempos -Bobby Charlton, héroe de Inglaterra en las semifinales contra Portugal, y el joven líbero alemán Franz Beckenbauer, todo un portento-, aunque en última instancia acabaron neutralizándose, y quien inscribió su nombre en los libros de récords fue un delantero centro inglés poco conocido, suplente en los tres partidos de la liguilla.

Desde la perspectiva actual, es divertido pensar que la inclusión de Hurst no se resolvió hasta la víspera de la final. El jugador del West Ham United había debutado con la selección cinco meses antes, siendo titular únicamente en la eliminatoria de cuartos de final contra Argentina, por lesión de Jimmy Greaves, la estrella del ataque. Después de que el muchacho de 24 años marcase el único gol del encuentro aquel día, el entrenador Alf Ramsey decidió seguir confiando en él, algo que se revelaría sumamente acertado.

Si bien Ramsey fue atrevido, su homólogo Helmut Schön pecó de prudente al ordenar a un hombre de mentalidad ofensiva como Beckenbauer marcar a Bobby Charlton. En el banquillo alemán cundió la preocupación en los primeros compases, cuando el portero Hans Tilkowski tuvo que ser atendido a raíz de un choque con Hurst, pero enseguida imperó la alegría: en el minuto 12, Helmut Haller hizo callar al público de Wembley al anotar el primer gol. En un balón bombeado al área inglesa por Sigi Held desde la banda izquierda, el lateral Ray Wilson erró al enviar de cabeza para Haller, y el centrocampista estuvo muy atento para enganchar un centro-chut raso con el que batió por la derecha a Gordon Banks. Era su sexta diana del torneo.

Inglaterra nunca había perdido ante este adversario, y sólo tardó cinco minutos en replicar. Wolfgang Overath cometió una falta sobre Bobby Moore a unos cuarenta metros de la portería, y el capitán inglés vio a Hurst libre de marca en el área. El defensa del West Ham efectuó un lanzamiento perfectamente medido para su compañero de club, quien devolvió la igualdad al casillero mediante un remate de cabeza. Las dos potencias europeas habían asestado sendos golpes, y el duelo adoptó un ritmo, puede que frenético, pero un ritmo al fin y al cabo. La iniciativa iba de un lado a otro, y ambos equipos dispusieron de ocasiones. Banks se lució con dos paradas consecutivas ante Overath y Lothar Emmerich, y luego despejó con los dedos un tiro del dinámico delantero Uwe Seeler, en el tiempo añadido de la primera parte. En el bando inglés, Roger Hunt, con una buena opción en el segundo palo tras recibir un pase de Hurst, disparó directamente a las manos de Tilkowski.

La segunda mitad fue calcada a la primera, y los goles volvieron a producirse en un lapso de un cuarto de hora, aunque en esta ocasión antes del pitido final. Los germanos dominaron a los locales durante casi todo el segundo período. No obstante, el cansancio de las dos defensas hizo que el partido cobrase vida cuando se abrieron espacios en el ya de por sí amplio campo de Wembley. A doce minutos de la conclusión, Inglaterra vio puerta. Un saque de esquina de Alan Ball fue despejado defectuosamente y llegó a los pies de Hurst, quien disparó desde fuera del área. La pelota golpeó en Horst Hoettges y se fue hacia arriba. En su descenso, Peters apareció para fusilar a quemarropa al fondo de las mallas.

El tiempo se agotaba, y los ingleses estuvieron a punto de dar la estocada definitiva, aunque fueron incapaces de sacar provecho a un contragolpe de tres contra uno en el que Hunt cedió para Bobby Charlton y éste disparó a la línea de fondo. Los hombres de Ramsey lamentarían ese fallo en el minuto 89, cuando Alemania Occidental consiguió empatar. Jack Charlton empujó a un oponente a treinta metros de la portería. Emmerich ejecutó la falta y la pelota acabó llegándole en la parte izquierda del área pequeña a Held, quien intentó hacer el pase de la muerte. El esférico dio en la espalda de Karl-Heinz Schnellinger y se dirigió hacia el segundo palo, donde se hallaba con espacio Wolfgang Weber para superar a Wilson y a Banks. Por primera vez, una final del Mundial de fútbol iba a asistir a la prórroga.

Inglaterra intentó no dejarse llevar por el desánimo, y contó con la inspiración de la carrera infatigable de Ball, el jugador más joven del encuentro, con 20 años. Después de que Bobby Charlton estrellase un tiro contra el poste, Ball centró al área en el minuto 101 y Hurst tuvo tiempo suficiente para girarse y disparar. El balón rebasó a Tilkowski, chocó contra la parte baja del travesaño y rebotó hacia abajo. ¿Había traspasado la línea? El árbitro suizo Gottfried Dienst corrió hacia la banda y, de repente, todas las miradas se posaron sobre el asistente soviético, el azerbaiyano Tofik Bajramov, quien tuvo la última palabra. Unos segundos más tarde, el equipo rojo volvía eufórico al mediocampo, mientras que el que vestía de blanco siguió protestando. El gol había sido declarado válido.

En la segunda parte de la prórroga, Alemania Occidental agotó sus últimas reservas de energía en busca del empate. En los segundos finales, cuando Inglaterra desbarató el último ataque contrario y se marchó hacia arriba, el legendario comentarista británico Kenneth Wolstenholme observó: "Hay algunas personas en el campo. Piensan que ya ha acabado". En ese mismo instante Hurst irrumpió por el interior izquierdo y conectó un potentísimo disparo que se coló por la escuadra. "¡Ahora sí!", añadió Wolstenholme. El futuro sir Geoff admitiría luego que su intención era enviar la pelota a las gradas de Wembley, lo más lejos posible, para ganar tiempo. En lugar de ello logró su tercer tanto en una final del Mundial, algo que no ha conseguido repetir nadie. Inglaterra era campeona del mundo.
Fuente: FIFA


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