Italia 4 x 3 Alemania [Mundial 70]

La cima de la intensidad y el drama. Los que recuerden la semifinal de 1970 no habrán olvidado el contraste entre el oportunismo de la squadra de Gigi Rivera y la rabia por vencer de la Mannschaft del kaiser Beckenbauer. Una oposición también entre clubes, entre el Inter de Facchetti, Mazzola y Riva y el Bayern de Maier, Beckenbauer y Müller. En definitiva, un duelo entre dos conjuntos caracterizados por el equilibrio entre una defensa de hierro y unos delanteros geniales. Ésta es la crónica.

Boninsegna abre el marcador
Los dos grandes de Europa se enfrentaban para dirimir quién se las vería en la final con el vencedor del clásico sudamericano Brasil-Uruguay, que se disputaba ese mismo día en Guadalajara. Los italianos se habían proclamado campeones de Europa hacía dos años, y los alemanes, subcampeones del mundo en Inglaterra. Sin embargo, los primeros compases del partido fueron soporíferos por parte de ambos equipos. Agobiados por la responsabilidad y por el calor asfixiante que se vivía en el recién inaugurado estadio Azteca de México, los dos conjuntos se evitaban. Los espectadores presentes en el campo se mostraban bastante recatados. Hasta el balón parecía blando, por lo que Sepp Maier solicitó rápidamente cambiarlo.

Pero fueron los italianos quienes, con ese falso ritmo, sorprendieron al equipo dirigido por el viejo león, Uwe Seeler. En el minuto ocho, Roberto Boninsegna, tras conectar una pared perfecta con Luigi Riva, enganchó una semivolea desde 16 metros que dejó sin opción a Sepp Maier. A partir de ahí, dio comienzo el verdadero partido.

Los alemanes reaccionaron enseguida. El peligro vendría de los pies de Franz Beckenbauer , quien ya iba camino de convertirse en ídolo. Primero, con pase en profundidad que por poco no aprovecha Gerd Müller; luego, con una impresionante jugada que Giacinto Facchetti, capitán de la squadra azzurra, frustró dentro del área al límite del reglamento.

Empuje alemán
La Mannschaft dominó el primer período, pero los italianos contuvieron con bastante facilidad las acometidas sin chispa de Seeler y compañía. Sólo los lanzamientos a balón parado pusieron en aprietos a Italia. El incombustible delantero de Hamburgo, que con 34 años participaba en su cuarto Mundial consecutivo, remató de cabeza todos los balones.

Sin embargo, poco a poco, der Bomber Müller se fue imponiendo entre la defensa italiana. Su control algo largo de un centro con rosca al área del omnipresente Wolfgang Overath permitió el despeje de Mario Bertini. Pero su semivolea con giro desde 20 metros, dos minutos más tarde, consiguió inquietar al portero del Fiorentina (31'), a quien el entrenador, Ferruccio Valcareggi, había dado la titularidad en detrimento de Dino Zoff, para disgusto de los seguidores del friulano. Un primer susto, seguido de otro aún mayor: un misilazo de Jürgen Grabowski que el portero se vio obligado a enviar a saque de esquina.

El segundo tiempo se desarrolló con ese mismo ritmo, en aumento. Seeler, habilitado de forma excelente por el Kaiser, perdió un mano a mano con Albertosi (50'). Grabowski, cuando se cumplía una hora de juego, tampoco tuvo suerte frente al guardameta florentino. Los alemanes volvieron a perdonar cuando, interceptando un pase hacia atrás demasiado corto de Bertini, Müller presionó a Albertosi, Grabowski recuperó el balón y centró hacia atrás para Overath, quien envió el esférico al travesaño cuando el portero italiano ya estaba batido (66').

Empate en el tiempo añadido
La RFA seguía atacando, pero no conseguía abrir el cerrojo italiano. Beckenbauer se escapó a 50 metros de la portería, sin que nadie lograra detenerlo, excepto Pierluigi Cera, que "neutralizó" al zaguero del Bayern (67'): Arturo Yamakasi lo frenó de un golpe franco en el borde del área, y mientras los alemanes reclamaban penal, Beckenbauer seguía en el suelo, con el hombro derecho dislocado. Ya se habían efectuado los dos cambios permitidos por el reglamento, por lo que el muniqués tuvo que permanecer en el campo. La tensión, que había subido de golpe, pasó a un nivel superior cuando Siegfried Held soltó una volea en boca de gol que batió a Albertosi... pero no a Roberto Rosato, que salvó con una acrobacia en la línea de meta. Seeler y Müller volvieron a desaprovechar sendas oportunidades (72').

El tiempo pasaba y la Squadra parecía dirigirse inexorablemente hacia la final. Pero los compañeros de equipo de Beckenbauer, al igual que contra Inglaterra en cuartos de final, iban a hacer gala de una valentía ejemplar. En el tiempo de prolongación, tras otras dos jugadas angustiosas, el bullicioso Grabowski centró a la izquierda y el defensa Karl Heinz Schnellinger saltó al punto de penal y fusiló a Albertosi. Los italianos no daban crédito a sus ojos.

Un cuarto de hora de locura
Comenzó entonces una de las prórrogas más emocionantes de la historia del fútbol. Beckenbauer volvió al campo con el brazo en cabestrillo, lo que no le impediría multiplicar sus incursiones ofensivas. Los hombres de Helmut Schön iban a seguir apretando: Fabrizio cedió con poca fuerza a Albertosi Poletti un balón interceptado a cabezazo de Seeler, Müller se interpuso entre los dos jugadores y envió el balón al fondo de la red (95'). Los 100.000 espectadores no podían creerlo.

La euforia invadió a los alemanes, pero no durante mucho tiempo. Gianni Rivera, el niño mimado del Milan, lanzó un golpe franco desde el borde del área y el despeje de Held llegó a Tarcisio Burgnich. El defensa del Inter, a seis metros de la portería, batió cómodamente a Maier (99'). Los dos equipos estaban de nuevo empatados. Entonces el partido enloqueció por completo. Los campeones de Europa volvieron a adelantarse poco antes de la mitad de la prórroga, cuando Angelo Domenghini, desde la banda izquierda, envió un centro bien medido que Riva, cómo no, enganchó y marcó. Gigi logró así su gol número 22 en 21 encuentros defendiendo la camiseta italiana (104').

En la segunda parte de la prórroga tampoco hubo tregua, y continuó el mismo ritmo. El público vibró con cada ataque de los dos equipos, que siempre daba la impresión de ir a terminar en gol. Los alemanes volvieron a hacerse con el control del partido. Un nuevo saque de esquina permitió a Seeler hacer un pase de cabeza que el oportunista Müller envió a la red, lanzándose sobre el balón como un poseso. Rivera, clavado en el segundo palo, se llevó las manos a la cabeza. El vivo jugador del Bayern, que acababa de marcar su décimo gol de la competición, saltó de alegría con el puño en alto. Beckenbauer contuvo su júbilo, con el hombro dolorido (109'). Aún no se habían acabado las sorpresas.

26 actores para la historia
Los italianos no se vinieron abajo por esta enésima remontada alemana. Con gran empeño, Boninsegna desbordó por la izquierda y centró hacia atrás al punto de penal, para la llegada de Rivera. El mejor jugador de Europa de 1969 golpeó la pelota con el interior, sorprendió a Maier y marcó así el quinto tanto de la prórroga (111'). El goleador rossonero, que había entrado en el campo a la hora de juego, demostró que su asociación con el interista Riva, reclamada por los tifosi, podía funcionar.

El ritmo, tras dos horas de juego, alcanzó su paroxismo. Extenuados, los dos equipos terminaron el partido a cámara lenta. Los italianos, reyes del Catenaccio, se tiraban a cada contacto, enviaban el balón a las gradas y hablaban con el árbitro. Cuando sonó el pitido final, los jugadores de los dos equipos se desplomaron sobre el césped, unos en brazos de otros, sin que nadie pareciera preocuparse por quién había ganado, ni siquiera el público, enmudecido de admiración: eran 26 actores que entraban en la historia de la mano.
Fuente: FIFA

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