Italia 3 x 1 Alemania [Mundial 82]

El 11 de julio de 1982, bajo el brillante cielo azul de Madrid, una multitud de 90.000 espectadores abarrotaba el estadio Santiago Bernabéu para presenciar la final del Mundial de España 1982 entre dos grandes selecciones europeas: Italia y Alemania Occidental.

Los italianos impondrían su talento, se haría con un nuevo título y frustarían el sueño de los alemanes, que debieron esperar hasta 1990 para consagrarse nuevamente.

Ambas selecciones acudían con un elenco de talentos en sus filas: Dino Zoff, Giuseppe Bergomi, Claudio Gentile, Marco Tardelli y un tal Paolo Rossi, por un lado; Hans-Peter Briegel, Paul Breitner, Bernd Forster, Pierre Littbarski y Karl-Heinz Rummenigge, por el otro. Se esperaban noventa minutos espectaculares y llenos de emoción.

Desde el primer instante
El saque inicial fue para la squadra azzurra, que intentó imponer inmediatamente su ritmo de juego. Pero los germanos, a las órdenes de Jupp Derwall, trenzaron su primera oportunidad a los dos minutos de partido. Littbarski hizo un agujero por la izquierda y envió un pase en diagonal a Klaus Fischer, que le devolvió una pared. Litti disparó a puerta, pero el legendario guardameta italiano Dino Zoff atrapó el esférico sin problemas.

Pocos minutos más tarde, el alemán Karl-Heinz Rummenigge se metió hasta la cocina regateando a Bergomi y a Antonio Cabrini en el área penal y disparando a la media vuelta un balón que saldría desviado por poco.

A los cinco minutos, el banquillo italiano saltó de su asiento, al producirse una colisión en el mediocampo entre Wolfgang Dremmler y Francesco Graziani. Graziani cayó al suelo tras una fuerte carga con el hombro del fortachón alemán, y tuvo la mala fortuna de aterrizar sobre el hombro derecho. El árbitro brasileño Arnaldo Coelho hizo señas de que no se detuviera el juego, y Alemania continuó su jugada por la banda izquierda mientras el delantero italiano se retorcía en la medular con la cara crispada por el dolor.

Graziani terminó por levantarse y siguió sufriendo durante un par de minutos, pero era evidente que lo estaba pasando mal. Alessandro Altobelli entró por el ariete lesionado a los siete minutos de partido.

Aguas calmas
Una vez transcurridos los feroces minutos iniciales, el encuentro pareció estabilizarse, y Alemania probó suerte un par de veces por el ala derecha. Pero Littbarski y Rummenigge fueron incapaces de internarse en la defensa italiana, orquestada con pericia en torno al joven Giuseppe Bergomi.

Pasó un cuarto de hora sin que ninguno de los dos equipos pudiera romper el empate. Ambos contendientes neutralizaban cada vez más las acciones del rival en el mediocampo, lo que hacía que no ocurriera nada interesante cerca de la portería. En el minuto 23, el guardameta alemán Harald Schumacher pasó algunos aprietos cuando el intento de despeje de Bernd Forster pasó silbando por encima de su travesaño.

A continuación, Italia irrumpió por la izquierda. Altobelli centró al área en dirección a Conti, marcado de cerca por Briegel. Conti cayó ante la entrada de Briegel, y el árbitro no dudó en señalar el punto de penal. Los jugadores alemanes rodearon a Coelho, protestando y defendiendo la inocencia del defensor, pero no consiguieron cambiar la decisión del colegiado.

Antonio Cabrini encaró a Schumacher, el arquero alemán visiblemente menos tenso que su oponente. Cabrini arremetió, disparó, y el balón lamió por fuera el poste derecho. Italia desaprovechaba una gran oportunidad de adelantarse en el marcador.

El penal fallado fue de los pocos incidentes dignos de mención en una primera mitad por lo demás bastante decepcionante. Ambos equipos debían mostrar más arrojo si querían reclamar el trofeo del Mundial de España al final del partido. El descanso otorgó al técnico italiano Enzo Bearzot y a su homólogo alemán Jupp Derwall 15 minutos para revisar las tácticas que debían aplicar en la segunda mitad.

Demostrando quién manda
El segundo periodo arrancó con Rummenigge y Kaltz dirigiendo el avance de su equipo hasta muy adentro del campo italiano, y con la intención de acelerar el ritmo de juego, pero el único fruto de su trabajo fue un tiro libre desde los 18 metros. Poco a poco, los mediocampistas italianos tomaron el control de los acontecimientos. Los hombres de Derwall intentaron contrarrestar la superioridad técnica de sus rivales con fuerza física, pero los azzurri eran duros de pelar. Iniciando la jugada desde atrás, el arte de pases cortos de los italianos tejía peligros cada vez más complicados para la defensa germana.

En el minuto 57, con el partido algo más enredado, Stielike derribó a Conti en la izquierda. La defensa alemana fue incapaz de despejar el golpe franco resultante lo bastante lejos de su área, y Conti tomó posesión del esférico a unos 25 metros de la portería germana.

Karl-Heinz Rummenigge entró por detrás al delantero y el árbitro pitó otra falta. Mientras los alemanes seguían discutiendo la decisión arbitral, Tardelli sacó deprisa y encontró a Gentile libre de marcaje en la banda derecha. Gentile cruzó la pelota desde el borde del área y, aunque Alessandro Altobelli no alcanzó a tocarla, había llegado la hora de que Paulo Rossi demostrara por qué se había ganado la reputación de ser uno de los mejores delanteros italianos de todos los tiempos. Situado en el lugar preciso en el momento justo, conectó un cabezazo al fondo de las mallas para adelantar a Italia 1-0 en el marcador. Los alemanes volvieron a protestar, esta vez reclamando fuera de juego, pero el gol subió al marcador e Italia cobró una ventaja importante.

Se abre Alemania
Derwall tenía que reaccionar, y lo hizo en el minuto 62 sacando a otro delantero desde la banca, Horst Hrubesch, incorporando así al ataque de su equipo altura y habilidad cabeceadora para buscar el empate. Hrubesch entró en materia pocos minutos más tarde, cuando su compañero de equipo en el Hamburgo, Manfred Kaltz, colgó en el área uno de sus famosos centros cruzados. El delantero centro se elevó en el aire frente a Zoff, pero no pudo dirigir el cabezazo como hubiera querido.

El ritmo del encuentro se había acelerado a partir del tanto de Rossi. En el minuto 69, Gaetano Scirea inició otro rápido contraataque desde su propio campo. A medio camino, cambió el juego hacia la banda derecha, donde Altobelli se sumó al ataque y avanzó hasta el borde del área para engañar a Briegel con una hábil finta. Entonces Rossi recogió la pelota, miró a su derecha y pasó por raso en dirección a la carrera de Scirea. El futbolista de la Juventus optó por no disparar y devolvió de un taconazo a Rossi, que se había desmarcado dentro del área alemana. Rossi volvió a pasar en corto, Scirea recogió el balón y habilitó a Marco Tardelli en el eje central, a 17 metros de la portería. Cayéndose, Tardelli logró sacar un tiro bajo que se coló por la base del poste derecho, sorprendiendo desequilibrado a Schumacher y doblando la ventaja italiana.

Lo que ocurrió después se grabó para siempre en la memoria de los aficionados al fútbol del mundo entero. Tardelli se levantó del suelo y corrió hasta el lugar donde su entrenador y sus compañeros estaban celebrando. Mientras la multitud animaba en España, todo el mundo pudo constatar el gesto de absoluto éxtasis que se dibujó en la cara de Tardelli en ese momento.

En el palco, incluso el presidente italiano Alessandro Pertini, sentado junto al rey Juan Carlos de España, no pudo resistir la alegría y saltó de su asiento. El segundo gol sabía a definitivo.

Italia debe pelear
A falta de tan sólo 20 minutos para el final, Alemania tenía que marcar dos veces para poder optar a la prórroga. Como última tirada de los dados, Derwall hizo otro cambio y sustituyó al agotado Rummenigge por las piernas frescas de Hansi Müller. El juego entró en su fase más engorrosa, y Stielike tuvo suerte de recibir sólo una tarjeta amarilla después de zarandear al árbitro en el minuto 73.

Alemania se exasperaba por conseguir un gol que le devolviera al partido, pero sus esfuerzos atacantes se hacían cada vez más desesperados y desfigurados. Sus patadas al área y sus pases largos no resultarían argumentos suficientes para que los bicampeones del mundo consiguieran su tercer trofeo.

Fue entonces cuando, en el minuto 81, Italia acabó con cualquier duda que pudiera quedar sobre el resultado. Bruno Conti arrancó desde su propio campo en dirección a la portería alemana. Pillando a la defensa rival adelantada, Conti tuvo todo el tiempo del mundo para buscar a Altobelli, que se había deshecho de su marcador a 11 metros de la portería de Schumacher. El arquero alemán no dudó en su salida, pero Altobelli lanzó el balón fuera de su alcance y al fondo de la red para conseguir el tercero. El partido estaba más que sentenciado, e Italia a nueve minutos de poder reclamar su tercer Mundial de fútbol.

El resultado fue de 3-1, al anotar Paul Breitner el gol de consolación alemán a siete minutos del final. La reacción de Breitner, no obstante, lo dijo todo sobre el estado de ánimo en el bando germano: ni un asomo de celebración y ni tan siquiera una sonrisa; sólo la mirada resignada de un hombre que sabía que su equipo en ningún momento había podido rebatir el poder del adversario.

Tal vez su extraordinaria semifinal contra Francia había acabado con los recursos físicos de la Mannschaft. O quizás Italia estuvo simplemente intratable aquella tarde. De lo que no cabe duda es que la squadra azzurra, bien dotada técnicamente, ganó con todo merecimiento el título de campeona del mundo en España 1982.
Fuente: FIFA


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