Ademir Menezes: el olfato de gol

A lo largo de la historia de Brasil, y entre los estados del Norte, Pernambuco siempre se destacó en economía, política y letras. Pero en el arte del fútbol, sólo a partir de la mitad de los años 30 del siglo pasado. Eso porque en la playa de Pina, en Recife, Ademir Marques de Menezes, era un colegial con el rostro espigado, la mandíbula prominente, el cabello con raya en medio y famoso en los partidos en descampados de la orilla del mar. Desde la adolescencia, arrancaba de forma fulminante hacia el gol y tenía un disparo preciso y fuerte con ambos pies. El barrio de Pina, donde Ademir nació el 8 de noviembre del año 1922, era un reducto de pescadores, pequeños oficios, ambulantes y desgracias económicas. Allí vivían los padres del crack, Otília y Antônio "Muriçoca" -ella, en casa, y el marido, vendiendo coches, además de dirigir de forma benévola la división de remo del Sport Club do Recife. En este equipo de la isla del Retiro, el padre lo llevó para entrar en las categorías de base.


En el Sport, Ademir sería bicampeón juvenil en 1938, actuando en la media derecha, o posición de interior de apoyo, por la furia con la cual se abría hacia el gol. El joven de Pina, que chutaba sin tomar distancia, no dejaría los estudios, lo que prueba que la inteligencia brasileña no es de hoy, y se inscribió en la academia de medicina y en partidos universitarios. En la Isla del Retiro, fue juvenil hasta 1940, cuando pasó a ser profesional. Y con el técnico uruguayo Ricardo Diez en el Sport, Ademir Menezes agarró su sitio con ímpetu, volviéndose el astro del campeonato estatal e invicto en 1941. Luego se consagró viajando con el equipe en el centro y sur de Brasil -venciendo once de los 17 partidos contra los equipos de Minas Gerais, São Paulo, Paraná, contra gaúchos y cariocas. ¡En marzo del 42, frente al Vasco da Gama, el hijo de Antonio "Muriçoca" demostró que vino al mundo para golear: marcó tres! En el acto, el club de São Januário lo adquirió -pagándole además primas- una suma contractual hasta ahora inédita en las tenebrosas transacciones del fútbol.

En ese año 1942, Ademir jugó en todas la posiciones del ataque del Vasco. Luego, ganaría con la selección de Río de Janeiro el certamen nacional de seleccionados estatales. Lo que repitió en 1944, haciéndose un héroe en el País -que le rendía homenaje por todo el territorio nacional dando su nombre a los niños. En 1945, además de ser el campeón estatal invicto con el Vasco, se estrenó en la selección nacional, el 21 de enero, formando con Tesourinha, Zizinho, Leônidas da Silva y Heleno de Freitas el mejor ataque mundial del siglo 20, en el Campeonato Sudamericano de Chile. Y sería en São Januário la estrella mayor y más brillante del famoso "Expresso da Vitória" -como el Vasco fue entonces bautizado.

Pero en 1946, el entrenador y autor de frases, Gentil Cardoso, lo exigió para el Fluminense, donde el tricolor de las Laranjeiras se hizo supercampeón, siendo Ademir y su paisano Orlando "Pingo-de-Ouro", los ases de ese campeonato estatal. El Vasco se quedó con las ganas hasta 1948 cuando lo readquirió para llevarse el Campeonato Sudamericano de clubes. Con el "Expresso da Vitória" reconstruido, el equipo de la cruz de Malta se llevó los títulos de 1949, 1950 y 1952 -con Ademir el mejor artillero de Río de Janeiro en los dos primeros títulos. En esta época, feliz y asistido en el Vasco o en la selección, el de Recife, recibía pases precisos de astros como Jair, Danilo, Tesourinha, Heleno de Freitas, Ipojucan y Maneca.

Legó al club innumerables torneos y a los cariocas dos Copas del certamen nacional de selecciones. Para Brasil, antes de la Copa del Mundo, venció el Sudamericano de selecciones del 49, además de la copas Roca, Rio Branco y Oswaldo Cruz. Pero el Mundial de 1950, jugado en Brasil, que debía ser la gloria de Ademir, fue su mayor dolor. Aunque parte de la inmensa tristeza brasileña, fue el máximo goleador del torneo con 9 tantos. Y además elegido -por la prensa y el corazón brasileño- el mejor delantero centro. Ese dolor aumentaría el año siguiente, cuando, contra el América de Recife, se rompería la pierna. Sin embargo, tras la convalecencia, volvió a la "seleção", ganando el Panamericano de 52. Y al año siguiente, el Sudamericano disputado en Perú, donde se despedirá de la selección el 15 de marzo. Ese artista del fútbol marcó 36 goles en 41 partidos jugados con Brasil, entre ellos 30 victorias y 5 empates.

En 1954, con las lesiones, Ademir perdió velocidad y poco a poco hambre de gol. No obstante, lo buscaban en el campo y otra vez se fracturó la pierna. Una de sus características era de no reaccionar a las agresiones. Él no devolvía golpes a pesar de su físico, 1,78 m, y su coraje. En fin, un ciudadano, hombre y deportista que representó el fair play. Pero en círculo privado decía que sólo los jugadores del Flamengo, Bria y Jadir, fueron marcadores leales.


Tras el estatal de 1955, Menezes anunció al Vasco que iba a parar - "dejó a la bola antes que ella me deje", pensó esa frase que luego dijo. El club le pidió seguir pero Ademir siguió en amateur, un tiempo, en el Sport Club do Recife, donde inició su carrera. Algunos partidos más en el equipo rojo y negro de Pernambuco, y colgó las botas en 1956.


En Río, fue cronista deportivo de Rádio Mauá y autor de crónicas sobre fútbol en el periódico "O Dia". Y aprovecho esos años 50 para romper su primer matrimonio, del cual tuvo una hija. Quizá así actuó a sabiendas de era mucho más feliz abrazado a una bola que en la aventura conyugal. A veces pasa...


Pero del Vasco, el crack, nunca se separó. En 1967, fue el técnico del equipo de la cruz de Malta, sin éxito. Además de hombre del Vasco, era solidario con los amigos. Tanto que cuando, en la miseria, Garrincha se entregó a la bebida, Ademir quiso internarlo en una clínica. Y Mané le respondió con golpes de puños y puntapiés. Pero el mejor goleador del Vasco da Gama -su media de goles (0,70) bate la de Roberto Dinamite (0,63)-, olvidando este acto violento del alcohólico Garrincha, intentó ayudarle de nuevo. En vano.


En el marco romántico del fútbol de esa época con su capital de los sentidos en la ciudad de Río de Janeiro, Ademir Marques de Menezes lo hizo todo. Y quedó en el sentimiento de Zizinho y en el imaginario de Brasil. Para él, el crack de su época siempre fue Maestro Ziza. Cuando el escritor Ivan Soter contaba que temblaba cuando jugaba Ademir contra el Flamengo, dijo humildemente: "¿Miedo de mí? El bueno era Zizinho, de él se tenía que tener miedo". Pero ese temor tenía sentido: Ademir Queixada era el verdugo del Flamengo, pues contra este adversario, casi siempre balanceaba las redes.
Hay varias historias sobre la popularidad de ese pernambucano. Una de ellas está en el libro "Anatomía de una Derrota", de Paulo Perdigão, dando que el laboratorio Bayer hizo una pesquisa para saber quién sería el astro preferido de los brasileños. Ademir obtuvo "5.304.935 votos, casi un millón y medio más que Getúlio Vargas" - éste, el Presidente de la República, electo en 1950, tres meses después de que el Brasil perdiera la Copa del Mundo en el recién inaugurado Estadio municipal do Maracanã. Finalmente, en los años 80, jubilado del periodismo, Ademir Menezes vivió con Wilma -ella sería feliz- su otro casamiento. Hasta su muerte en Río de Janeiro, el 11 de mayo de 1996. Y sobre él, el cronista poético Armando Nogueira hizo en la prensa esta confesión que dignifica el crack, el fútbol y la literatura: "Hoy -cosas del tiempo- el fútbol en mi vida es más melancolía que esperanza, Maestro Ademir aparece en el telón de mis insomnios más goleador que nunca. Y con que alegría revivo, ahora, aquellos goles demoledores que marcaba con la vehemencia de un predestinado! Goles que ayer sangraban mi corazón y que hoy sólo lo enternecen".

El mío también, Poeta, el mío también...
Fuente: Antonio Falcao

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