En 1888, con el fin de la esclavitud de la raza negra, la economía agraria brasileña entraba en crisis. Y en la estela, el comercio se arruinaba en todas partes. Hasta en la ciudad catarinense de Blumenau, donde el alemán Oscar Friedenreich vio su negocio amenazado. Antes de la quiebra, hizo las maletas para São Paulo capital, donde tantos germánicos se ganaban la vida con sangre, salchicha, sudor, cerveza, chucrut y lágrima, lágrima gorda. En la Paulicéia -como era convenido llamar la ciudad- se instaló de nuevo como comerciante y se casó con Matilde, una lavandera negra. De ellos nacería el 18 de julio de 1892, un niño mulato, de ojos verdes, bautizado como Arthur Friedenreich.
A principios del siglo XX, alumno del Mackenzie College, escuela de la burguesía del café, el chaval de Matilde y Oscar destacaba como crack del equipo del barrio de Bexiga. A partir de ahora, sería Fried, nombre suave dado al atacante de estilo clásico, impetuoso, de fintas cortas, escurridizo y ágil como los negros de la llanura. Viendo la inclinación del hijo, Oscar lo llevó al Germania, club de la rica colonia alemana y de la sociedad paulista. Allí, prevalecía el entonces estilo europeo de jugar dando embestidas - era el auge de la "hombrada", técnica del gladiador que consistía en chocar el adversario con el hombro, en el peor estilo del rugby. Sólo que Fried, adolescente esbelto, de piernas finas y de toque de balón magistral, no tenía nada que ver con aquello. Hasta en el modo de vestir, él se distinguía del atleta con bigote de puntas retorcidas, pantalón a la rodilla, pijo de camisa de seda y racista. Se disculpó al padre y fichó por el Ipiranga, también de primera división paulista, en 1910. Dos año más tarde, era el máximo goleador del campeonato local y fue incluido en un combinado Paulistano para enfrentar a la invicta y temible selección argentina. En dicho partido los brasileños ganaron por 4 a 3, incluido para el hijo del Señor Oscar, un gol y el inicio de la gloria deportiva.
Fried frecuentaba círculos chic y un grupo de dependientes bohemios -él sabia tocar la guitarra y cantaba bien. En 1914, la Confederación Brasileña de Deportes-CBD, compone el primer seleccionado nacional. Y en el antiguo estadio de Fluminense, en Río, enfrentó el Exeter City inglés. El juego iba de "I´m sorry" de un lado a otro. Eso duró hasta que los visitantes vieron que los locales llevaban ventaja a base de la danza y astucia del juego rápido y al suelo. Entonces la flema británica dio paso a la "hombrada" y la violencia. Pero no sirvió: perdieron 2 a 0, para el delirio de las muchachas "torcendo" (es el origén de los términos "torcida" y "torcedor", afición, aficionado) pañuelos blancos en la mano, gritando en coro el nombre de los cracks. Fried, cavando el gol, salió del campo sangrando, con dos dientes menos, pero feliz. Más tarde, fue convocado para ir a la Copa Rocca - competición contra Argentina en la cual Brasil venció por primera vez en el exterior. Y al Sudamericano de selecciones de 1916, cuando los brasileños empataron con argentinos y chilenos. Y perdieron con Uruguay, en Buenos Aires.
En este año 1916, fiel a su ex-colegio, él fue al Mackenzie. Y, pichichi paulista, en 1917, firmó con el Paulistano, el gran equipo de la época. Cuando se consagró tetracampeón en 1919, Fried ya era el número uno del País. Eso se rubricó en el Brasil-Uruguay, partido decisivo del Campeonato Sudamericano en el nuevo campo del Fluminense, donde -tras tres horas de partido- los brasileños hicieron 1 a 0, con gol de volea de él, lo que llevó el zaguero Zibecchi a decir: "Ni la fatiga lo vence". Desde entonces, la prensa uruguaya lo nombraría "El Tigre". Y el pueblo lo llevó en brazos desde el barrio de las Laranjeiras hasta el centro de Río. El día siguiente, sus botas fueron expuestas en la vitrina de una tienda carioca. Ese hecho de Friedenreich hizo el músico Pixinguinha (Alfredo da Rocha Viana Filho) componer "Um a Zero" - melodía de las más significativas y felices del cancionero popular brasileño.
A mediados de la década del 20, "El Tigre" era festejado en Brasil y en todos los países latinoamericanos. Tanto que un reportero argentino decía que él era "el novio de América". Todavía, para los europeos su existencia era cuestionada a base de ¿cómo puede un jugador brasileño tener nombre alemán? Y encuestarían aún más los incrédulos deportistas del viejo mundo.
Sin embargo, en 1925, Europa vio El Tigre actuar para el Paulistano - el primer equipo nacional que cruzara el Atlántico. Y le encantó saber que existía, que era mulato de cabello crespo y un genio con la pelota en los pies. En las calles de París, se oía: "Voilà le Friedenreich!" Y, por razones extradeportivas, tal vez, las "nanas" de los puteríos franceses repetían la frase. El periódico L´Equipe lo nombró: "Le roi des rois". De vuelta a Brasil, cuando el navio atracó en Recife, los pernambucanos ovacionaron a la delegación. Lo mismo en Salvador y en Santos. En Río, el Presidente de la República, Artur Bernardes, felicitó a todos. Y la rica y laboriosa ciudad de São Paulo, ese día, tuvo que pararse para honrar a los héroes capitaneados por "El Tigre".
Por entonces, Fried era leyenda. Y se crearon casos referente a él, como lo de que había muerto su hermano -que nunca tuvo- en un penalti, al tirarle la bola en el pecho. Probablemente, Friedenreich nunca falló un penalti. Y sus chutes llevaban más veneno de efecto que de plomo.
En 1930, por haber sufrido una fractura de tibia, "El Tigre" no puede integrar el seleccionado que jugó el Mundial, en Uruguay. Y con la fusión Paulistano-São Paulo, Fried dio al hoy tricolor del Morumbi el título paulista de 1931. En 1935, se despidió de la seleção contra River Plate. Y en homenaje a los cariocas, jugó sus tres últimos partidos como profesional con el Flamengo. Cuando paró, a los 44 años, la CBD le contabilizó 1.329 goles, marca superior a la de Pelé. Este enorme número de tantos, sin embargo, es cuestionado con argumentos de peso.
Fuera de los campos, Fried quiso ser árbitro y técnico, pero sin éxito. En 1938, la Companhia Antarctica Paulista lo nombró inspector de ventas, hasta sus 71 años, y en esta función, recorrió el País. Antes de morir en São Paulo, el 6 de septiembre de 1969, dijo que Domingos da Guia fue su crack predilecto. Y en el equipo ideal de Brasil, alineaba Djalma Santos, Nilton Santos y Tim. Pero olvidó incluirse. Tanto como a otros fuera de serie, tipo Leônidas da Silva, Heleno de Freitas, Zizinho, Garrincha y Pelé. Tal vez en la arteriosclerosis de la vejez, el extraordinario Arthur Friedenreich no se había acordado que él mismo fue quien hizo que el "football" brasileño sea futebol. Y sea lo que es: un sueño en carne y hueso.
Fuente: Antonio Falcao
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