"Si todas escuderías fueran inglesas, tendríamos un Campeonato Inglés de F-1, no un Mundial de F-1."
Así, Peter Sauber respondió a la pregunta, en febrero de 2000, sobre la insistencia en mantener su fábrica en Suiza, un país que daba las espaldas al automovilismo desde hacía 45 años.
El motivo, el peor accidente de la historia del automovilismo. El año era 1955. La carrera, las 24 horas de Le Mans, en Francia. El piloto Pierre Levegh perdió el control de su coche, que se fue contra la gradería, donde explosionó. En total, 87 personas murieron, incluido Levegh, y otras 108 quedaron heridas.
Encontré un reportaje sobre la tragedia. Las escenas son fuertes.
Chocada, Suiza prohibió el deporte a motor en su territorio. Aunque muchos pilotos sí vivan por aquellas tierras, debido a las alícuotas del impuesto sobre la renta son mínimas ya que la profesión de "piloto de competición" no existe.
Pues este mes, leyendo noticias por Internet, me enteré que el parlamento de Suiza revocó la ley. Por 97 votos a 77, el automovilismo volvió a ser permitido en el país. En la opinión de la mayoría, el deporte puede estimular la industria local y el turismo.
Acto seguido, en la rumorología de la Fórmula 1, ya se empezó a hablar de un Gran Premio en Suiza. Sólo no sé dónde, El último, en 1982, fue en Dijon, en Francia - el nombre fue apenas un modo de acomodar la prueba en el calendario, similar a lo que ya ha pasado con los GPs de Europa, del Pacífico u otros.
A los suizos, una calurosa bienvenida.
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