Aquí está una receta internacional: el buen portero debe tener calma, agilidad, debe ser seguro y tener sentido de la colocación, y grandes reflejos. Pues Gilmar dos Santos Neves, paulista de la ciudad de Santos, nacido el 22 de agosto de 1930, lo tenía todo. Eso desde su tierna edad en el Jabaquara, el Leão do Macuco de su tierra playera. Y llegó al primer equipo en 1950, siendo el portero más goleado del certamen estatal. Sin embargo, y sin perder nunca su elegancia, fue tranquilo desde joven incluso en el momento de hacer una cantada, esta jugada infeliz que crucifica cualquier arquero.
Pero, en 1951, el Corinthians compró algún jugador al Jabuca y Gilmar entró en la operación. En su nuevo club, el titular de la portería no era ni más ni menos que Cabeção, varias veces internacional, que incluso, con Veludo, fue al Mundial de 1954, en Suiza, como reserva de Castilho. Gilmar esperaba su momento, cuando surgió y con nota 10: comió el balón, paraba y agarraba todo hasta enfrentar la Portuguesa de Desportos de Djalma Santos, Brandãozinho, Julinho y Pinga, en el Campeonato Paulista, cuando el Timão se llevó un 3 a 7. De mala fe, unos irresponsables dirigentes blanquinegros insinuarían que se había vendido a la Lusa. El portero, antitesis del corrupto, quedaría seis meses fuera, sin poder ni siquiera entrar en la sede social del Corinthians. El equipo fue sin embargo campeón y, en 1952, viajó a Europa, donde Gilmar volvió a ser titular, venció 10 de los 11 partidos, parando cinco penaltis. Es cuando abandonó definitivamente el sueño de ser médico y que supo que iba a ser jugador profesional. Confirmando eso, al fin de ese año, el mosquetero Corinthians le cruzó el pecho de la cinta de bicampeón del estado de São Paulo.
En la portería del Corinthians, Gilmar alternaba con Cabeção, cuando fue llamado en 1953, en la selección, como reserva de Castilho y Barbosa en el Campeonato Sudamericano de Perú. Luego, tras repetir victoria en el torneo Rio-São Paulo, con el Timão (el Corinthians), Zezé Moreira lo quiso llevar al Mundial de Suiza, pero Gilmar se lesionó. Restablecido, en el Parque São Jorge, Gilmar vivió uno de los grandes momentos de su carrera: el título estadual de 1954, año del IVº Centenario de la ciudad de São Paulo. En adelante, ya sería el maestro de la meta de Brasil y de la Seleção Paulista.
Es en esta onda que ganó el Mundial del 1958, cuando el soviético Yashin, el mayor portero del planeta, lo veía como el mejor en su posición en ese Mundial. Pero, en julio del 61, ya casado, el guardameta del Corinthians se enfadó con la directiva que le acusaba de fingir lesiones, de ser blando. En seguida, Gilmar, que fue operado del brazo, aún convaleciente, respondió en la prensa a las calumnias. Esa que olvidaba que dio lo mejor que pudo al equipo: casi 700 partidos en 11 años había actuado el "Girafa", como lo llamaban cariñosamente los amigos y los medios. Fue la gota que desbordó el vaso: el Corinthians lo transfirió al Santos, que le reservaba sus mejores momentos de gloria de su vida deportiva. Antes de salir del Parque São Jorge, Gilmar se libró: "Fui decepcionado, pensaba terminar mi carrera en el Corinthians".
En Vila Belmiro, Gilmar llegó como uno más en ese equipo de Pelé, donde estaban Mauro Ramos, Formiga, Dorval, Mengálvio y Pagão. Además de los criados en la Vila, Zito, Lima, Coutinho y Pepe, y de los que vendrían pronto: Carlos Alberto, Ramos Delgado, Orlando Peçanha, Joel Camargo, Clodoaldo, Toninho Guerreiro y Edu. En 1962, Gilmar dos Santos Neves ganaba con la selección el Bicampeonato Mundial en Chile. También repetía dobletes con el club de Santos, en 1964-1965 y 1967-1968 en el Campeonato del estado. En cuanto a trofeos, el extraordinario arquero santista, entre otros se llevó tres torneos Rio-São Paulo (1963, 1964 y 1966), además de cinco Copas de Brasil (Taza Brasil) de 1961 a 1965, de dos Copas Libertadores de América (1962 y 1963). De dos Mundiales de Clubes, los mismos años 1962-1963. Y de una Copa de Plata en 1968.
Con la selección, además de las dos copas Jules Rimet, el "Girafa" se llevó 5 Copas Oswaldo Cruz (contra Paraguay, 55-58-61-62-68), tres disputas (contra Argentina) de la Copa Roca (57-60-63). Dos Copas Bernardo O´Higgins, contra Chile en 1959 y 1960, así como una Copa Atlántico, en 1960. En el restringido círculo de los artistas y fuera de serie del fútbol brasileño, ninguno coleccionó más títulos que ese Gilmar dos Santos Neves.
En 1966, ya con casi 36 años, compartiendo portería con el de Pernambuco y del Botafogo, Manga, jugó dos de los tres partidos de un Brasil deshecho, en el Mundial de Inglaterra. Fue cuando, el educado "Girafa", nunca expulsado en más de 20 años de carrera, recibió el trofeo Belfort Duarte, por su fair play. Es cuando supo también que João Evangelista Belfort Duarte, símbolo de la disciplina deportiva, fue oriundo del estado de Maranhão, campeón carioca con el América en 1913 y que falleció en Río. Por fin en el medio del éxito, Gilmar vistió la camiseta brasileña por última vez en 1969, en pleno auge de la dictadura del general Médici. Gilmar había jugado 95 partidos oficiales para Brasil, una referencia suprema en dicha época, con la selección.
No sólo dejó la selección en ese 69, sino también el fútbol. Para cuidar de la educación de sus dos hijos que le darían dos nietos. Eso con la conciencia de haber cumplido. Y Gilmar recogía también de los campos que había pisado, la satisfacción de haber sido el mayor portero de las historias de dos grandes clubes: el Sport Clube Corinthians Paulista y el Santos Futebol Clube. Además de ser uno de los jugadores más completos del País, forma con Barbosa y Manga, el trío maestro de los arqueros brasileños de todos los tiempos. Es también un digno ejemplo para otros grandes que vinieron después como Leão, Carlos, Taffarel, Dida, Marcos, Rogério Ceni, Júlio César y Gomes. Entretanto, el médico que soñó ser de joven, pudo florecer en la persona de su hijo Rogério Izar Neves, cirujano plástico y emérito investigador de cáncer de la piel en São Paulo.
Lejos del balón, ejecutivo profesional, Gilmar se dedicó al comercio automóvil, y con éxito, como todo lo que emprendía. También prestó su talento a la prestigiosa Secretaria de Esportes del ayuntamiento de la capital paulista, haciendo del organismo un útil instrumento contra la violencia urbana a través del fútbol. En su vejez, ciertamente recordaba algunos momentos increíbles de sus actuaciones. ¿Realmente, cómo no iba a recordar ese partido contra Boca, en pleno estadio de La Bombonera de Buenos Aires, donde en 1963, el Santos ganó una Libertadores gracias a su firmeza, su elasticidad y a su autoconfianza? Y cómo iba a olvidar esos dos penaltis parados en el mismísimo Wembley, con la selección y ante Inglaterra. ¡Muchas y tantas bellas actuaciones de Gilmar!
En junio del 2000, en vísperas de cumplir 70 años, el Girafa sufrió un derrame que lo llevó a urgencias un mes. De allí, salió consciente, a pesar de pequeños problemas de articulación verbal. El mundo entero volvió entonces a dar a Gilmar su apoyo, a fin de que viviera más, mucho más.
Fuente: Antonio Falcao
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