En la jornada 34 de la temporada 48-49, el Torino llevaba 4 puntos sobre el Internazionale y quedando 4 jornadas y 8 puntos por jugar, la Lega lo declaro campeón. Su avión se había estrellado contra la iglesia de Superga a unas millas de Turín, regresando de un amistoso con el Benfica de Lisboa. No hubo superviviente. Se acabó ese día la historia del mejor equipo italiano y uno de los más grandes del mundo, el Torino, década 40.
El 4 de mayo 1949, el mismo día de la catástrofe, en honor al brillante Torino de la época, a sus jugadores, técnicos y acompañantes, se le declaró vencedor de la Lega. Tras el luto nacional, y ante la emoción universal, el equipo juvenil sustituyó en pleno al equipo profesional, sus 7 internacionales, sus estrellas, para los cuatro últimos partidos. Y el equipo juvenil ganaría los cuatro: el 15 de mayo 1949, Torino-Genova, 4-0, el 22 de mayo, Torino-Palermo, 3-0, el 29 de mayo, Sampdoria-Torino, 2-3 y el 12 de Junio, en un último partido emotivo, los juveniles ganaron en el stadio comunale 2-0 a la Fiorentina. En un bello gesto de respeto, los cuatro adversarios alinearon también equipos de jóvenes.
Así, el Torino, líder deportivo, el día del drama y declarado campeón de honor y luto, también se proclamó campeón deportivo. Los juveniles honraron de tal bella forma, a sus ídolos, como Valentino Mazzola, la estrella, el creador, goleador y organizador del gran Torino. El drama de la desaparición del equipo no pudo con la belleza de la entrega y del juego del equipo juvenil.
Es que entonces el Torino enamoraba, era el mejor de Italia, desde casi una década, la Juventus era entonces el segundón de la ciudad de Fiat. Este scudetto 1949 era el quinto consecutivo. En 1947/48, el Torino había marcado 125 goles en 40 partidos... unas cifras inconcebibles en Italia ¿no?
Entonces el Torino jugaba al ataque, Valentino Mazzola, el mismo mejor realizador con 20 a 30 goles anuales, el padre de Sandro Mazzola del Milán de los 60, animaba e iluminaba el ballet de los goles de Menti, Loik, Gabetto, Ossola, con Grezar, Rigamonti y Castigliano en la medular y pocos defensas, que hasta tenían nombre de ballet: Ballarin, se llamaba el central. Y bailaba delante de Bacigalupo, que no encajaba goles porque su equipo -como la mayoría de los italianos- se consagraba a atacar y marcar goles a los contrarios para el descanso de sus escasos defensas.
El 4 de Mayo de 1949 había muerto el mejor fútbol de Italia en Superga y 10 años más tarde el calcio estrenaba el catenaccio, y el Torino creativo y ofensivo de Valentino ya era un simple recuerdo dramático. Sólo ganaría un scudetto más el Torino, en 1976.
Superga, un drama, y también un drama del fútbol ofensivo italiano.
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