Él encontró en la pelota su gran oportundad de cambiar de vida. George Weah es un ejemplo clásico de futbolista africano. Y es, sin duda, el mejor de todos ellos. Nacido y creado en la miserable Liberia, Weah venció en la vida y en el campo... ¡y cómo venció!
La trayectoria profesional del ahora ex-jugador siempre estuvo ligada a sus raíces, hasta en el auge, en 1995, cuando ganó el Balón de Oro y fue elegido el mejor jugador del mundo por la FIFA (el único africano hasta hoy, por cierto).
Weah inició su carrera en el Young Survivor, de la capital Monrovia (su ciudad natal), a los 14 años. Seis años más tarde, conquistó su primer título nacional, ya por el Invincible Eleven. Al año siguiente le transfirieron para el Tonerre Clara Club y se consagró campeón camerunés.
Brillar en el fútbol africano era poco para él, muy poco debido al enorme potencial del entonces joven Weah. En el segundo semestre de 1988 realizó el primero de sus muchos sueños: jugar en Europa. Y ya en su temporada de estreno por el Mónaco marcó 14 goles en 23 partidos.
A partir de ahí, el mundo pasó a conocer a Weah, uno los primeros hijos de la Madre África a recoger un camino de éxitos por el Viejo Continente, dos décadas después del mozambiqueño naturalizado portugués Eusebio. Un delantero exquisito, que encantó a las hinchadas, adversarias o no.
El primer título en territorio francés no tardó en caer. Vino en la temporada 90/91, con la Copa de Francia. Éxito este que se repitió dos temporadas más tarde, ya con el Paris Saint Germain. Al año siguiente, con la compañía de grandes jugadores como los brasileños Raí y Leonardo, ganó la Liga Francesa.
Su explosión, sus driblings, su elegancia al pegarle al balón. Un conjunto de éstas y tantas otras cualidades hicieron de Weah un ícono.
Tamaña admiración vino después de su excepcional experiencia por el Milan. Fue con Weah que los rossoneros llenaron el vacío dejado por Marco Van Basten. No tanto por sus 11 goles su temporada de estreno, que ayudaron al equipo conquistar el Scudetto, sino por su gran voluntad, su entrega y dedicación.
El amor a la patria
Si hoy las ganas de defender a la selección nacional es puesta en jaque a todo instante, lo mismo no se puede emplear cuando se refiere a Weah-Liberia. El ex-delantero jamás estuvo cerca de disputar un Mundial de Fútbol, pero el dilema de jugar con su nación o no nunca acechó su mente. Respetó la camiseta de Liberia en las fases de la clasificación para los mundiales, amistosos y Copas de África. En la edición africana de 1996, además, pagó los gastos de la delegación en Sudáfrica.
Weah sabía que los resultados dentro de campo difícilmente serían favorables. Pero los objetivos serían alcanzados. Fue reflejándose en el crack que miles de niños liberianos pasaron a creer que podrían vencer.
Y Weah desempeña su papel social con la misma destreza con la que se iba de los adversarios. Embajador de las Naciones Unidas (ONU) desde 1997, es también presidente de los Júnior Professionals, club de Monrovia fundado por el propio delantero, en 1994, que atiende a jóvenes de toda Liberia, con la condición de que sigan sus estudios - del club salen la mayoría de los jugadores de las selecciones de base.
Comprometido en mejorar la vida de su pueblo, Weah lanzó su candidatura a la presidencia de Liberia en las elecciones de 2005. Sin embargo, fue derrotado en la segunda vuelta por la economista Ellen Johnson Sirleaf, ex-ministra de finanzas, en un pleito lleno de fraudes, según el ex-jugador (ver noticias 1 y 2). Así, el país continúa devastado, aún sufriendo las consecuencias de 15 años de guerra civil y gobiernos corruptos. En Liberia, gran parte de la población no tiene acceso a la electricidad ni agua corriente. Pero un sueño une al pueblo: vencer como su hijo más famoso, George Weah.
La trayectoria profesional del ahora ex-jugador siempre estuvo ligada a sus raíces, hasta en el auge, en 1995, cuando ganó el Balón de Oro y fue elegido el mejor jugador del mundo por la FIFA (el único africano hasta hoy, por cierto).
Weah inició su carrera en el Young Survivor, de la capital Monrovia (su ciudad natal), a los 14 años. Seis años más tarde, conquistó su primer título nacional, ya por el Invincible Eleven. Al año siguiente le transfirieron para el Tonerre Clara Club y se consagró campeón camerunés.
Brillar en el fútbol africano era poco para él, muy poco debido al enorme potencial del entonces joven Weah. En el segundo semestre de 1988 realizó el primero de sus muchos sueños: jugar en Europa. Y ya en su temporada de estreno por el Mónaco marcó 14 goles en 23 partidos.
A partir de ahí, el mundo pasó a conocer a Weah, uno los primeros hijos de la Madre África a recoger un camino de éxitos por el Viejo Continente, dos décadas después del mozambiqueño naturalizado portugués Eusebio. Un delantero exquisito, que encantó a las hinchadas, adversarias o no.
El primer título en territorio francés no tardó en caer. Vino en la temporada 90/91, con la Copa de Francia. Éxito este que se repitió dos temporadas más tarde, ya con el Paris Saint Germain. Al año siguiente, con la compañía de grandes jugadores como los brasileños Raí y Leonardo, ganó la Liga Francesa.
Su explosión, sus driblings, su elegancia al pegarle al balón. Un conjunto de éstas y tantas otras cualidades hicieron de Weah un ícono.
Tamaña admiración vino después de su excepcional experiencia por el Milan. Fue con Weah que los rossoneros llenaron el vacío dejado por Marco Van Basten. No tanto por sus 11 goles su temporada de estreno, que ayudaron al equipo conquistar el Scudetto, sino por su gran voluntad, su entrega y dedicación.
El amor a la patria
Si hoy las ganas de defender a la selección nacional es puesta en jaque a todo instante, lo mismo no se puede emplear cuando se refiere a Weah-Liberia. El ex-delantero jamás estuvo cerca de disputar un Mundial de Fútbol, pero el dilema de jugar con su nación o no nunca acechó su mente. Respetó la camiseta de Liberia en las fases de la clasificación para los mundiales, amistosos y Copas de África. En la edición africana de 1996, además, pagó los gastos de la delegación en Sudáfrica.
Weah sabía que los resultados dentro de campo difícilmente serían favorables. Pero los objetivos serían alcanzados. Fue reflejándose en el crack que miles de niños liberianos pasaron a creer que podrían vencer.
Y Weah desempeña su papel social con la misma destreza con la que se iba de los adversarios. Embajador de las Naciones Unidas (ONU) desde 1997, es también presidente de los Júnior Professionals, club de Monrovia fundado por el propio delantero, en 1994, que atiende a jóvenes de toda Liberia, con la condición de que sigan sus estudios - del club salen la mayoría de los jugadores de las selecciones de base.
Comprometido en mejorar la vida de su pueblo, Weah lanzó su candidatura a la presidencia de Liberia en las elecciones de 2005. Sin embargo, fue derrotado en la segunda vuelta por la economista Ellen Johnson Sirleaf, ex-ministra de finanzas, en un pleito lleno de fraudes, según el ex-jugador (ver noticias 1 y 2). Así, el país continúa devastado, aún sufriendo las consecuencias de 15 años de guerra civil y gobiernos corruptos. En Liberia, gran parte de la población no tiene acceso a la electricidad ni agua corriente. Pero un sueño une al pueblo: vencer como su hijo más famoso, George Weah.
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