Este partido supuso la culminación perfecta de una edición del torneo que, a decir de muchos, se reveló como el Mundial por antonomasia. El encuentro reunió todos los ingredientes de una gran final: goles, puro fútbol de principio a fin y rutilantes estrellas. Al final, Pelé, Jairzinho y Carlos Alberto superaron a Facchetti, Rivera y Riva en un partido que, durante más de una hora, estuvo mucho más igualado de lo que refleja el marcador final.
En el estadio Azteca de Ciudad de México, construido especialmente para la ocasión, no sólo estaba en juego el honor de hacerse con el título de campeón del mundo. Antes de la competición, la FIFA había establecido que el primer país que consiguiera alzarse con el triunfo en tres ocasiones se quedaría para siempre con el trofeo. Esta vez, y por primera vez en la historia de los Mundiales, los dos equipos que disputaban la final contaban ya con dos Copas en su haber: Italia se había proclamado vencedora en 1934 y en 1938, y Brasil en 1958 y en 1962. Las dos selecciones llegaron al partido con la intención de llevarse el trofeo a casa, y esta vez para siempre...
Diferencia de forma
A Italia, el camino hacia la final le había resultado muy cuesta arriba. En la fase de grupos había logrado solamente una victoria y dos empates, y había marcado un único gol. El encuentro de semifinales contra Alemania se convirtió en toda una epopeya para los italianos, quienes al final se hicieron con la victoria en un partido que concluyó 4-3, y en el que cinco de eso goles se marcaron en la prórroga.
A Brasil, en cambio, las cosas se le habían dado mucho mejor. Porque no sólo se había impuesto en sus tres partidos de la fase de grupos, incluyendo una gran victoria sobre la defensora del título Inglaterra por 1-0, sino porque además, se había paseado cómodamente por cuartos de final y semifinales.
Obviamente, con todo lo que estaba en juego, en los primeros minutos se vieron pases muy tímidos, y la mayoría del juego se desarrolló con casi todos los jugadores apiñados en su zona. Luigi Riva fue el primero en aventurar un precioso disparo al arco. Tras hacerse con un hueco en un giro rápido, lanzó un impresionante tiro desde 25 metros de la portería, que Félix consiguió despejar por encima del travesaño. Al cumplirse el primer cuarto de hora, el ataque italiano estuvo a punto de inaugurar el marcador con un remate de cabeza a tiro libre de Alessandro Mazzola.
Pelé consigue el gol número 100 de Brasil en los Mundiales
Pelé , sometido a un férreo marcaje desde el saque inicial, fue incapaz de crear peligro alguno, por eso las primeras oportunidades de Brasil surgieron en jugadas de pizarra. No obstante, esos intentos de Rivellino, tanto de tiro libre como de saque de esquina, no llegaron a materializarse. De manera que no pareció muy justo que fueran precisamente los brasileños quienes inauguraran el marcador en el minuto 18. Rivelino recibió el saque que, sin peligro aparente, Tostao había lanzado al borde del área, y lo envió hacia Pelé quien, a pesar de su baja estatura, superó de un salto a Tarcisio Burgnich y colocó el balón de un cabezazo en la escuadra izquierda de la portería de Enrico Albertosi. Fue así como O Rei consiguió el gol número 100 en Mundiales para su país.
La conquista animó a una selección brasileña que se había mostrado bastante apática hasta el momento. A partir de entonces, los italianos se dedicaron desesperadamente a contener los ataques del adversario. Sus esfuerzos se cobraron en el minuto 25 la primera víctima: el nombre de Burgnich recibió tarjeta amarilla por parte del alemán oriental Rudolf Glöckner. Sin embargo, los italianos pudieron respirar tranquilos al comprobar que la selección sudamericana seguía desaprovechando todas sus oportunidades en jugadas ensayadas, en las que destacaron los problemas de Rivelino por controlar un balón que la lluvia caída hasta el momento del saque inicial había convertido en un cuero resbaladizo.
La ineficaz defensa permite el empate
A la media hora de partido, el equilibrio de fuerzas se decantó hacia los italianos, en el preciso momento en que Mazzola se desmarcó a la izquierda del área y provocó una entrada de Gérson, que consiguió despejar el peligro de un gol seguro. Sin embargo, los azzurri, sedientos de venganza, igualaron el partido antes del descanso. Clodoaldo intentó un arriesgado remate en su propio campo, que interceptó el atento Roberto Boninsegna. Este delantero suplente, que formaba parte de la alineación debido a la ausencia por lesión del delantero del Juventus Pietro Anastasi, superó a Carlos Alberto y aprovechó que Brito había resbalado delante de su propio arquero, para hacerse con la pelota perdida e introducirla desde fuera del área en la portería desierta.
Brasil intentó forzar la marcha en los últimos minutos de la primera parte, aunque lo único que consiguió fue que Rivelino recibiera una tarjeta amarilla por una entrada desde atrás a Mario Bertini, y que Pelé marcara su segundo gol después del silbato del árbitro, cuando ya la defensa italiana se había quedado quieta por el pitido que marcó el final de la etapa. El 1-1 era negocio para los europeos.
Brasil, con más apremio
Los brasileños aparecieron en la segunda parte mucho más emprendedores y, en pocos minutos, Carlos Alberto llegó a la línea de meta y lanzó un tiro cruzado que superó al arquero, a los defensores y también la pierna de Pelé, que lo esperaba en el segundo palo. Italia parecía contentarse con ceder la iniciativa, una táctica muy peligrosa como quedó demostrado en el minuto 51, cuando Rivellino consiguió por fin centrar en una jugada a balón parado, que obligó a Albertosi a lucirse. No obstante, Angelo Domenghini estuvo a punto de sacar partido de aquel planteo cuando se unió a la delantera en un veloz contraataque. Sin embargo, el disparo,desviado por Everaldo acabó en el lateral de la red, a pesar de que ya tenía a Félix prácticamente batido.
Los brasileños siguieron ejerciendo una presión continua en pos de su segundo gol y les faltó muy poco para conseguirlo cuando Pelé, desde 20 metros, remató por encima del travesaño. Empezaron a acumularse los disparos a puerta en el campo italiano, aunque fue una jugada abierta la que dio lugar al gol decisivo. Jairzinho se abrió camino en el borde del área, a pesar del marcaje que le imponía Fachetti, y consiguió pasar el balón a Gérson, quien, sin ninguna concesión para Albertosi, lo colocó en la portería italiana con un lanzamiento perfecto de pierna izquierda desde los 20 metros.
El 2-1 del minuto 66 se convirtió en 3-1 en el minuto 71. Una falta que recibió Pelé propició un tiro libre brasileño desde la línea de medio campo, y la defensa italiana se mostró muy lenta a la hora de volver a su demarcación. Gérson envió a Pelé un perfecto balón cruzado al segundo poste; Pelé lo cabeceó a su vez a través de la portería para Jairzinho, quien sólo tuvo que empujarlo al fondo de la red para conservar su marca única de un gol por partido.
El capitán Carlos Alberto redondea el marcador
En un intento por inyectar algo de ritmo al contraataque italiano, Antonio Juliano ingresó al terreno de juego en sustitución de Bertini, aunque, a pesar de sus valientes esfuerzos, los azzurri en ningún momento dieron muestras de ser capaces de remontar los dos goles de ventaja de los brasileños. Brasil dominó durante el último cuarto de hora. Rivelino desperdició un tiro desde el borde del área, mientras Albertosi bloqueó varios intentos de Pelé y Everaldo. Sin embargo, a cuatro minutos del final del encuentro, y como era de esperar, el capitán brasileño Carlos Alberto recibió un balón de Pelé (de quién sino) y anotó un increíble disparo con el pie derecho, que despejó cualquier duda sobre el marcador final.
La selección brasileña se proclamó dueña y señora del trofeo Jules Rimet. El conductor Mario Zagallo recibió la máxima satisfacción posible al convertirse en el primer hombre que se proclamaba campeón de un Mundial de fútbol como jugador y como entrenador. Pero, por encima de todo, los aficionados al fútbol de todo el mundo podían darse por satisfechos: el fútbol de equipo, fluido, innovador, audaz y, sobre todo, el fútbol de ataque, recibía de nuevo su recompensa. La afición se unió para festejar a Pelé: lo sacaron a hombros del campo, descamisado y emocionado.
En el estadio Azteca de Ciudad de México, construido especialmente para la ocasión, no sólo estaba en juego el honor de hacerse con el título de campeón del mundo. Antes de la competición, la FIFA había establecido que el primer país que consiguiera alzarse con el triunfo en tres ocasiones se quedaría para siempre con el trofeo. Esta vez, y por primera vez en la historia de los Mundiales, los dos equipos que disputaban la final contaban ya con dos Copas en su haber: Italia se había proclamado vencedora en 1934 y en 1938, y Brasil en 1958 y en 1962. Las dos selecciones llegaron al partido con la intención de llevarse el trofeo a casa, y esta vez para siempre...
Diferencia de forma
A Italia, el camino hacia la final le había resultado muy cuesta arriba. En la fase de grupos había logrado solamente una victoria y dos empates, y había marcado un único gol. El encuentro de semifinales contra Alemania se convirtió en toda una epopeya para los italianos, quienes al final se hicieron con la victoria en un partido que concluyó 4-3, y en el que cinco de eso goles se marcaron en la prórroga.
A Brasil, en cambio, las cosas se le habían dado mucho mejor. Porque no sólo se había impuesto en sus tres partidos de la fase de grupos, incluyendo una gran victoria sobre la defensora del título Inglaterra por 1-0, sino porque además, se había paseado cómodamente por cuartos de final y semifinales.
Obviamente, con todo lo que estaba en juego, en los primeros minutos se vieron pases muy tímidos, y la mayoría del juego se desarrolló con casi todos los jugadores apiñados en su zona. Luigi Riva fue el primero en aventurar un precioso disparo al arco. Tras hacerse con un hueco en un giro rápido, lanzó un impresionante tiro desde 25 metros de la portería, que Félix consiguió despejar por encima del travesaño. Al cumplirse el primer cuarto de hora, el ataque italiano estuvo a punto de inaugurar el marcador con un remate de cabeza a tiro libre de Alessandro Mazzola.
Pelé consigue el gol número 100 de Brasil en los Mundiales
Pelé , sometido a un férreo marcaje desde el saque inicial, fue incapaz de crear peligro alguno, por eso las primeras oportunidades de Brasil surgieron en jugadas de pizarra. No obstante, esos intentos de Rivellino, tanto de tiro libre como de saque de esquina, no llegaron a materializarse. De manera que no pareció muy justo que fueran precisamente los brasileños quienes inauguraran el marcador en el minuto 18. Rivelino recibió el saque que, sin peligro aparente, Tostao había lanzado al borde del área, y lo envió hacia Pelé quien, a pesar de su baja estatura, superó de un salto a Tarcisio Burgnich y colocó el balón de un cabezazo en la escuadra izquierda de la portería de Enrico Albertosi. Fue así como O Rei consiguió el gol número 100 en Mundiales para su país.
La conquista animó a una selección brasileña que se había mostrado bastante apática hasta el momento. A partir de entonces, los italianos se dedicaron desesperadamente a contener los ataques del adversario. Sus esfuerzos se cobraron en el minuto 25 la primera víctima: el nombre de Burgnich recibió tarjeta amarilla por parte del alemán oriental Rudolf Glöckner. Sin embargo, los italianos pudieron respirar tranquilos al comprobar que la selección sudamericana seguía desaprovechando todas sus oportunidades en jugadas ensayadas, en las que destacaron los problemas de Rivelino por controlar un balón que la lluvia caída hasta el momento del saque inicial había convertido en un cuero resbaladizo.
La ineficaz defensa permite el empate
A la media hora de partido, el equilibrio de fuerzas se decantó hacia los italianos, en el preciso momento en que Mazzola se desmarcó a la izquierda del área y provocó una entrada de Gérson, que consiguió despejar el peligro de un gol seguro. Sin embargo, los azzurri, sedientos de venganza, igualaron el partido antes del descanso. Clodoaldo intentó un arriesgado remate en su propio campo, que interceptó el atento Roberto Boninsegna. Este delantero suplente, que formaba parte de la alineación debido a la ausencia por lesión del delantero del Juventus Pietro Anastasi, superó a Carlos Alberto y aprovechó que Brito había resbalado delante de su propio arquero, para hacerse con la pelota perdida e introducirla desde fuera del área en la portería desierta.
Brasil intentó forzar la marcha en los últimos minutos de la primera parte, aunque lo único que consiguió fue que Rivelino recibiera una tarjeta amarilla por una entrada desde atrás a Mario Bertini, y que Pelé marcara su segundo gol después del silbato del árbitro, cuando ya la defensa italiana se había quedado quieta por el pitido que marcó el final de la etapa. El 1-1 era negocio para los europeos.
Brasil, con más apremio
Los brasileños aparecieron en la segunda parte mucho más emprendedores y, en pocos minutos, Carlos Alberto llegó a la línea de meta y lanzó un tiro cruzado que superó al arquero, a los defensores y también la pierna de Pelé, que lo esperaba en el segundo palo. Italia parecía contentarse con ceder la iniciativa, una táctica muy peligrosa como quedó demostrado en el minuto 51, cuando Rivellino consiguió por fin centrar en una jugada a balón parado, que obligó a Albertosi a lucirse. No obstante, Angelo Domenghini estuvo a punto de sacar partido de aquel planteo cuando se unió a la delantera en un veloz contraataque. Sin embargo, el disparo,desviado por Everaldo acabó en el lateral de la red, a pesar de que ya tenía a Félix prácticamente batido.
Los brasileños siguieron ejerciendo una presión continua en pos de su segundo gol y les faltó muy poco para conseguirlo cuando Pelé, desde 20 metros, remató por encima del travesaño. Empezaron a acumularse los disparos a puerta en el campo italiano, aunque fue una jugada abierta la que dio lugar al gol decisivo. Jairzinho se abrió camino en el borde del área, a pesar del marcaje que le imponía Fachetti, y consiguió pasar el balón a Gérson, quien, sin ninguna concesión para Albertosi, lo colocó en la portería italiana con un lanzamiento perfecto de pierna izquierda desde los 20 metros.
El 2-1 del minuto 66 se convirtió en 3-1 en el minuto 71. Una falta que recibió Pelé propició un tiro libre brasileño desde la línea de medio campo, y la defensa italiana se mostró muy lenta a la hora de volver a su demarcación. Gérson envió a Pelé un perfecto balón cruzado al segundo poste; Pelé lo cabeceó a su vez a través de la portería para Jairzinho, quien sólo tuvo que empujarlo al fondo de la red para conservar su marca única de un gol por partido.
El capitán Carlos Alberto redondea el marcador
En un intento por inyectar algo de ritmo al contraataque italiano, Antonio Juliano ingresó al terreno de juego en sustitución de Bertini, aunque, a pesar de sus valientes esfuerzos, los azzurri en ningún momento dieron muestras de ser capaces de remontar los dos goles de ventaja de los brasileños. Brasil dominó durante el último cuarto de hora. Rivelino desperdició un tiro desde el borde del área, mientras Albertosi bloqueó varios intentos de Pelé y Everaldo. Sin embargo, a cuatro minutos del final del encuentro, y como era de esperar, el capitán brasileño Carlos Alberto recibió un balón de Pelé (de quién sino) y anotó un increíble disparo con el pie derecho, que despejó cualquier duda sobre el marcador final.
La selección brasileña se proclamó dueña y señora del trofeo Jules Rimet. El conductor Mario Zagallo recibió la máxima satisfacción posible al convertirse en el primer hombre que se proclamaba campeón de un Mundial de fútbol como jugador y como entrenador. Pero, por encima de todo, los aficionados al fútbol de todo el mundo podían darse por satisfechos: el fútbol de equipo, fluido, innovador, audaz y, sobre todo, el fútbol de ataque, recibía de nuevo su recompensa. La afición se unió para festejar a Pelé: lo sacaron a hombros del campo, descamisado y emocionado.
Fuente: FIFA
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