En 1989, en Buenos Aires, terminó empatado un partido entre Argentinos Juniors y Racing. El reglamento obligó a definirlo por penaltis.
El público asistió de pie comiéndose las uñas, a los primeros tiros desde los doce pasos. La hinchada gritó el gol de Racing. En seguida vino el gol de Argentinos Juniors, y lo gritó la hinchada de la otra tribuna. Hubo ovación cuando el arquero de Racing se tiró contra un palo y desvió la pelota. Otra ovación felicitó al arquero de Argentinos, que no se dejó seducir por las muecas y espero la pelota en el centro del arco.
Cuando se ejecutó el décimo penal, hubo uno que otro aplauso. Unos cuantos hinchas abandonaron el estadio después del vigésimo gol. Cuando lanzaron el penalti número treinta, la poca gente que quedaba le dedicó algún bostezo. Los pelotazos iban y venían, y el empate continuaba.
Al cabo de cuarenta y cuatro penaltis, terminó el partido. Fue el récord mundial de penaltis. En el estadio, ya no había nadie para celebrarlo, y ni se supo quién había ganado.
El público asistió de pie comiéndose las uñas, a los primeros tiros desde los doce pasos. La hinchada gritó el gol de Racing. En seguida vino el gol de Argentinos Juniors, y lo gritó la hinchada de la otra tribuna. Hubo ovación cuando el arquero de Racing se tiró contra un palo y desvió la pelota. Otra ovación felicitó al arquero de Argentinos, que no se dejó seducir por las muecas y espero la pelota en el centro del arco.
Cuando se ejecutó el décimo penal, hubo uno que otro aplauso. Unos cuantos hinchas abandonaron el estadio después del vigésimo gol. Cuando lanzaron el penalti número treinta, la poca gente que quedaba le dedicó algún bostezo. Los pelotazos iban y venían, y el empate continuaba.
Al cabo de cuarenta y cuatro penaltis, terminó el partido. Fue el récord mundial de penaltis. En el estadio, ya no había nadie para celebrarlo, y ni se supo quién había ganado.
Fuente: Eduardo Galeano
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