El partido de cuartos de final del Mundial de México 1986 entre Francia y Brasil, supuso en cruce entre el recientemente coronado campeón de Europa y los indiscutibles reyes del fútbol romántico. El encuentro iba a quedar grabado para siempre en la retina. Hacía 16 años desde la última vez que Pelé, Tostão y compañía se alzaron con la Copa Jules Rimet. Y allá en su país, en Río de Janeiro, mucha gente empezaba a cuestionarse la otrora tan cacareada supremacía de Brasil en el fútbol mundial. Tras caer cruelmente ante Italia cuatro años antes , también en cuartos de final, Sócrates y Júnior volvían para recuperar su legado. Todo un símbolo como Zico también estaba allí, si bien comenzó el partido en el banquillo al no estar en perfectas condiciones.
Francia, con Michel Platini y Alain Giresse integrando una extraordinaria pareja en el mediocampo, acudía también con ganas de revancha tras la estrepitosa derrota ante Alemania sufrida cuatro años antes en la semifinal de Sevilla.
El partido comenzó marcado por las sofocantes condiciones meteorológicas, con más de 45 grados centígrados. Eludiendo el mediocampo, ambas selecciones se fueron hacia arriba, como si quisieran apaciguar al dios del sol de los antiguos aztecas, Huitzilopochtli. Júnior, con sus carreras en el ataque brasileño, apenas dejaba traslucir su edad por los mechones grises en su cabello. Sócrates, con su barba, pausado; el benevolente líder dirigiendo al equipo desde un abandonado papel en la medular. Y en punta, el peligro se llamaba Careca; heredero de Jairzinho y temido por la defensa francesa. Sin embargo, a quien seguramente no asustaba es a Manuel Amoros: el zaguero de pecho imponente, que después sería elegido mejor defensa de la fase final, era un incordio constantemente al acecho y siempre listo para la batalla.
Las dos formaciones empiezan a afilar las uñas
Brasil sabía que tendría que eludir a Amoros para ganar, pero, curiosamente, el primer disparo del partido fue obra del francés. Platini y Giresse combinaron sutilmente mediante una pared y el balón fue a parar a Amoros, a 21 metros de la portería. Su tiro envenenado con la derecha se marchó fuera por muy poco, y fue coreado por un griterío ensordecedor protagonizado por los 65.000 espectadores. Llevándose las manos a la cabeza, el zaguero retrocedió trotando con orgullo hasta su posición. Aún había mucho trabajo por hacer.
A pesar de todo el esplendor y la delicadeza en el toque de Brasil, la joie de vivre del mediocampo francés empezaba a hacerse notar. Bastaron los pases suaves, casi susurrantes del pequeño gran hombre Giresse hacia Platini, para tener de nuevo a Brasil persiguiendo sombras bajo el insoportable sol. Una jubilosa perfección presidía los toques sutiles del increíblemente diminuto Giresse hacia el lánguido y altivo Platini, con la camiseta, como siempre, por fuera de modo irreverente. Los dos reñían constantemente, como hermanos o como una pareja de casados hace tiempo. Los gestos eran auténticos, la impaciencia palpable. La demanda de genialidad era enorme, pero aun así lograban trazar sus mágicas triangulaciones por todo el verde intenso de la cancha, a pesar de las discusiones y del calor.
Pero Brasil dejó claras sus intenciones con la primera ocasión real del partido. Careca, impaciente al no llegarle balones, se dejó caer atrás, recogió el esférico y sirvió rápidamente, mediante un toque sutil con el exterior, hacia el zancudo Sócrates, que encaraba la meta rival. Pero Joel Bats comenzó su noche gloriosa y desafiante bajo el marco francés, volando para despejar el disparo instantáneo del larguirucho Doutor.
De repente, Brasil pasó a tener el control. El suyo era un juego de estilo y de ímpetu, poético e impulsivo. Aguardó su momento con tranquilidad amenazante, esperando el momento para golpear. Y cuando logró hacer sangre por primera vez, su juego empezó a manifestarse.
Brasil 'comienza' a jugar
El defensa Josimar, que había estado arrancando las exclamaciones del público mexicano con sus vigorosos envíos lejanos, miró al frente desde la derecha, próximo a la medular, y vio al enérgico Müller pidiendo el balón. Un pase de 20 metros aterrizó en la punta de su bota, y tres defensas franceses fueron hechos trizas, incluido, por una vez, Amoros. Siguió un toque rápido de Müller hacia Júnior, probando suerte tranquilamente hacia delante, y luego una pared. Nadie se dio cuenta de la internada de Careca por la izquierda; salvo el astuto Júnior, que tocó con indiferencia hacia el delantero hambriento de gol. Su misil al segundo palo no perdonó, y el estadio prorrumpió en un rugido ensordecedor. Con sólo 17 minutos de juego, Brasil empezaba a soñar con reeditar glorias pasadas tras un invierno largo y difícil.
El partido continuó, y los ataques a fondo siguieron siendo la tónica, al tiempo que todo pase atrás al guardameta recibía el abucheo implacable del público del Jalisco. Los franceses parecían apagarse, súbitamente timoratos en cierto modo. Platini se encontraba extrañamente fuera de sitio, y protestaba más de lo habitual. Pero el combativo Amoros recogió el testigo. Tras penetrar por la derecha, centró hacia la llegada de Dominique Rocheteau, a quien prefería Henri Michel frente a Jean-Pierre Papin por su experiencia. La ocasión se quedó en nada, y los franceses siguieron pasándolo mal.
Un pase extrañamente fallido de Platini pilló desprevenida a la zaga francesa. Nadie retrocedía, y Tigana se quedó colgado en la izquierda, pidiendo ayuda a gritos. Un balón largo y vertical de Sócrates, que olía a gol, llegó franco a Careca. El delantero regateó a Maxime Bossis y golpeó en diagonal hacia la frontal para Müller, que superó a su par en velocidad y tiró a puerta. Bats estaba de nuevo batido, pero esta vez el poste acudió compasivo en su ayuda.
Francia se toma un respiro por la derecha
Con el descanso cada vez más cerca, Francia buscó abrir el juego hacia la banda izquierda de Brasil, el talón de Aquiles de los sudamericanos. Amoros sirvió a Giresse, quien habilitó a Rocheteau. Su centro encontró al bullicioso delantero Yannick Stopyra, que se lanzó con valentía de cabeza a por el balón con la rabia de la juventud, en pugna con Óscar. Los dos chocaron y el balón le cayó manso a Monsieur Platini en el palo contrario. El gol estaba cantado, y el capitán francés remató con tranquilidad al fondo de las mallas, celebrando el empate sin hacer ruido mientras todo Brasil protestaba el tanto por una razón o por otra.
El segundo tiempo estuvo determinado por un profundo agotamiento. Las ocasiones llegaban, pero los goles se ausentaban. El cansancio empiezaba a hacer mella.
Una serie de ataques en ambas áreas desembocó en una oportunidad estupenda. Tigana se fue arriba y recogió un pase al primer toque de Rocheteau. Entró al área solo ante Óscar, pero le sobró el último toque, lo que permitió al guardameta retener el balón. En cualquier caso, el ritmo del partido siguió incrementándose, y el intencionado envío de Júnior en la otra área estuvo a punto de acabar con Bats en el fondo de su propia red. El balón iba de área a área bajo el calor asfixiante.
Ocasión tras ocasión, y Zico entra en juego
De nuevo Brasil acrecentó la presión, pero la retaguardia de Francia, liderada hábilmente por el rocoso Amoros, se mantuvo firme. A su lado, Bossis se empleaba como un poseso, recordando quizá su penal fallado contra Alemania en la semifinal cuatro años atrás. Por una vez, sin embargo, Careca se elevó más alto que él, y la madera volvió a salvar a Bats.
Pero de repente, apareció Zico para poner las cosas en su sitio. Entró en el campo y el primer balón que tocó lo envió al hueco hacia Branco con pase en profundidad desde el mediocampo. Bats salió corriendo fuera del área y derribó al jugador sudamericano. El árbitro rumano Ioan Igna indicó el punto penal, mientras los brasileños lo festejaban prematuramente. Y tras una rápida consulta con el capitán suplente, Edinho, Zico apartó al resto con un ademán regio de su mano. Él sería el héroe... o el chivo expiatorio.
Bats le adivinó la intención, y se lanzó a la derecha para rechazar un casi seguro gol de la victoria. Mientras los impetuosos defensas de Francia se amontonaban en torno a su portero, Platini avanzó despacio y acarició el cuello de Zico, en un cariñoso gesto de consolación de un gran número 10 a otro.
En el último cuarto de hora, el agotamiento salió a relucir, y ambos conjuntos luchaban por impedir la prórroga. Se trataba de un tema de supervivencia. Zico hizo todo lo posible por purgar su error desde el punto fatídico, pero su toque de balón le había abandonado. Visiblemente trastornado, su mirada era toda angustia. Bats salvó el gol ante Careca una vez más, y sucedió lo inevitable: la prórroga.
En el primer tiempo de la prórroga prosiguió el juego ofensivo. Los franceses parecían desvanecerse. Bossis, desesperado, suplicaba ayudas defensivas atrás. Pero, milagrosamente, los primeros 15 minutos se fueron como habían venido, sin novedad.
Una última tirada de dados: los penales
Las dos selecciones gozaron de ocasiones en el segundo periodo de la prórroga, y Francia protagonizó la más controvertida. El equipo subió con determinación a campo contrario para una última tentativa. Platini apareció de nuevo, y su perfecto pase al hueco dejó totalmente solo a Bruno Bellone, que había salido por el intrépido Giresse. Pero Óscar salió de su área y agarró al suplente con las dos manos. Bellone se enderezó, negándose a caer, pero demasiado tarde, pues la ocasión se había esfumado. Un enfurecido Platini persiguió al árbitro por todo el campo reclamando la falta.
A unos segundos del final, Luis Fernández intentó una volea desde demasiado lejos, que requirió de una disculpa inmediata ante sus desesperados compañeros. Y llegó el pitido final; momento para la versión futbolística de la ruleta rusa.
Sócrates se encaminó primero al punto fatídico. Tomó una breve carrerilla, dio unos pasos amagando, como siempre, pero Bats logró sacarle el balón con desdén. La estrella brasileña de 32 años, consciente de que ese podía ser su último partido en un Mundial, hizo a continuación el largo y solitario camino de regreso hacia el círculo central, donde las dos selecciones se sentaban juntas, como formando un solo grupo.
Héroes y villanos
El disparo de Stopyra entró como una exhalación justo por el centro, arriba, y sacó el puño desafiante mientras las redes temblaban. En el turno de Brasil, el genial Bats adivinó el lanzamiento a la derecha de Alemão, pero era demasiado duro para controlarlo. A continuación, Amoros, dudó pero lo coló dentro. El siguiente fue Zico, que golpeó el cuero con rabia. Bats se lanzó al lado equivocado.
Bellone pudo haber sido el héroe del partido cuando fue derribado por Óscar; pero su penal se fue contra el poste... dio en la cabeza de Óscar y se metió dentro. ¿Justicia? Edinho protestó el penal, pero Igna lo concedió. Francia ganaba 3-2 después de tres turnos.
Branco marcó, y le llegó el turno a Platini para mantener a los Bleus al frente de la tanda de penales. Para sorpresa de todos, le pegó muy por encima del larguero. Se llevó las manos a la cabeza... ¿tenía que perder Francia otra vez en los penales? Inmediatamente Júlio César estampó su tiro contra el poste.
Llego el turno para Fernández, con un 3-3 en los penales. Óscar se tomó su tiempo para colocarse, haciendo esperar al lanzador. El portero se fue a la izquierda, pero Fernández tiró a la derecha.
La imagen final presentaba a Platini y Fernández abrazándose de rodillas. Y como contrapunto, Zico, intercambiando su camiseta y caminando solo hacia el vestuario.
Francia, con Michel Platini y Alain Giresse integrando una extraordinaria pareja en el mediocampo, acudía también con ganas de revancha tras la estrepitosa derrota ante Alemania sufrida cuatro años antes en la semifinal de Sevilla.
El partido comenzó marcado por las sofocantes condiciones meteorológicas, con más de 45 grados centígrados. Eludiendo el mediocampo, ambas selecciones se fueron hacia arriba, como si quisieran apaciguar al dios del sol de los antiguos aztecas, Huitzilopochtli. Júnior, con sus carreras en el ataque brasileño, apenas dejaba traslucir su edad por los mechones grises en su cabello. Sócrates, con su barba, pausado; el benevolente líder dirigiendo al equipo desde un abandonado papel en la medular. Y en punta, el peligro se llamaba Careca; heredero de Jairzinho y temido por la defensa francesa. Sin embargo, a quien seguramente no asustaba es a Manuel Amoros: el zaguero de pecho imponente, que después sería elegido mejor defensa de la fase final, era un incordio constantemente al acecho y siempre listo para la batalla.
Las dos formaciones empiezan a afilar las uñas
Brasil sabía que tendría que eludir a Amoros para ganar, pero, curiosamente, el primer disparo del partido fue obra del francés. Platini y Giresse combinaron sutilmente mediante una pared y el balón fue a parar a Amoros, a 21 metros de la portería. Su tiro envenenado con la derecha se marchó fuera por muy poco, y fue coreado por un griterío ensordecedor protagonizado por los 65.000 espectadores. Llevándose las manos a la cabeza, el zaguero retrocedió trotando con orgullo hasta su posición. Aún había mucho trabajo por hacer.
A pesar de todo el esplendor y la delicadeza en el toque de Brasil, la joie de vivre del mediocampo francés empezaba a hacerse notar. Bastaron los pases suaves, casi susurrantes del pequeño gran hombre Giresse hacia Platini, para tener de nuevo a Brasil persiguiendo sombras bajo el insoportable sol. Una jubilosa perfección presidía los toques sutiles del increíblemente diminuto Giresse hacia el lánguido y altivo Platini, con la camiseta, como siempre, por fuera de modo irreverente. Los dos reñían constantemente, como hermanos o como una pareja de casados hace tiempo. Los gestos eran auténticos, la impaciencia palpable. La demanda de genialidad era enorme, pero aun así lograban trazar sus mágicas triangulaciones por todo el verde intenso de la cancha, a pesar de las discusiones y del calor.
Pero Brasil dejó claras sus intenciones con la primera ocasión real del partido. Careca, impaciente al no llegarle balones, se dejó caer atrás, recogió el esférico y sirvió rápidamente, mediante un toque sutil con el exterior, hacia el zancudo Sócrates, que encaraba la meta rival. Pero Joel Bats comenzó su noche gloriosa y desafiante bajo el marco francés, volando para despejar el disparo instantáneo del larguirucho Doutor.
De repente, Brasil pasó a tener el control. El suyo era un juego de estilo y de ímpetu, poético e impulsivo. Aguardó su momento con tranquilidad amenazante, esperando el momento para golpear. Y cuando logró hacer sangre por primera vez, su juego empezó a manifestarse.
Brasil 'comienza' a jugar
El defensa Josimar, que había estado arrancando las exclamaciones del público mexicano con sus vigorosos envíos lejanos, miró al frente desde la derecha, próximo a la medular, y vio al enérgico Müller pidiendo el balón. Un pase de 20 metros aterrizó en la punta de su bota, y tres defensas franceses fueron hechos trizas, incluido, por una vez, Amoros. Siguió un toque rápido de Müller hacia Júnior, probando suerte tranquilamente hacia delante, y luego una pared. Nadie se dio cuenta de la internada de Careca por la izquierda; salvo el astuto Júnior, que tocó con indiferencia hacia el delantero hambriento de gol. Su misil al segundo palo no perdonó, y el estadio prorrumpió en un rugido ensordecedor. Con sólo 17 minutos de juego, Brasil empezaba a soñar con reeditar glorias pasadas tras un invierno largo y difícil.
El partido continuó, y los ataques a fondo siguieron siendo la tónica, al tiempo que todo pase atrás al guardameta recibía el abucheo implacable del público del Jalisco. Los franceses parecían apagarse, súbitamente timoratos en cierto modo. Platini se encontraba extrañamente fuera de sitio, y protestaba más de lo habitual. Pero el combativo Amoros recogió el testigo. Tras penetrar por la derecha, centró hacia la llegada de Dominique Rocheteau, a quien prefería Henri Michel frente a Jean-Pierre Papin por su experiencia. La ocasión se quedó en nada, y los franceses siguieron pasándolo mal.
Un pase extrañamente fallido de Platini pilló desprevenida a la zaga francesa. Nadie retrocedía, y Tigana se quedó colgado en la izquierda, pidiendo ayuda a gritos. Un balón largo y vertical de Sócrates, que olía a gol, llegó franco a Careca. El delantero regateó a Maxime Bossis y golpeó en diagonal hacia la frontal para Müller, que superó a su par en velocidad y tiró a puerta. Bats estaba de nuevo batido, pero esta vez el poste acudió compasivo en su ayuda.
Francia se toma un respiro por la derecha
Con el descanso cada vez más cerca, Francia buscó abrir el juego hacia la banda izquierda de Brasil, el talón de Aquiles de los sudamericanos. Amoros sirvió a Giresse, quien habilitó a Rocheteau. Su centro encontró al bullicioso delantero Yannick Stopyra, que se lanzó con valentía de cabeza a por el balón con la rabia de la juventud, en pugna con Óscar. Los dos chocaron y el balón le cayó manso a Monsieur Platini en el palo contrario. El gol estaba cantado, y el capitán francés remató con tranquilidad al fondo de las mallas, celebrando el empate sin hacer ruido mientras todo Brasil protestaba el tanto por una razón o por otra.
El segundo tiempo estuvo determinado por un profundo agotamiento. Las ocasiones llegaban, pero los goles se ausentaban. El cansancio empiezaba a hacer mella.
Una serie de ataques en ambas áreas desembocó en una oportunidad estupenda. Tigana se fue arriba y recogió un pase al primer toque de Rocheteau. Entró al área solo ante Óscar, pero le sobró el último toque, lo que permitió al guardameta retener el balón. En cualquier caso, el ritmo del partido siguió incrementándose, y el intencionado envío de Júnior en la otra área estuvo a punto de acabar con Bats en el fondo de su propia red. El balón iba de área a área bajo el calor asfixiante.
Ocasión tras ocasión, y Zico entra en juego
De nuevo Brasil acrecentó la presión, pero la retaguardia de Francia, liderada hábilmente por el rocoso Amoros, se mantuvo firme. A su lado, Bossis se empleaba como un poseso, recordando quizá su penal fallado contra Alemania en la semifinal cuatro años atrás. Por una vez, sin embargo, Careca se elevó más alto que él, y la madera volvió a salvar a Bats.
Pero de repente, apareció Zico para poner las cosas en su sitio. Entró en el campo y el primer balón que tocó lo envió al hueco hacia Branco con pase en profundidad desde el mediocampo. Bats salió corriendo fuera del área y derribó al jugador sudamericano. El árbitro rumano Ioan Igna indicó el punto penal, mientras los brasileños lo festejaban prematuramente. Y tras una rápida consulta con el capitán suplente, Edinho, Zico apartó al resto con un ademán regio de su mano. Él sería el héroe... o el chivo expiatorio.
Bats le adivinó la intención, y se lanzó a la derecha para rechazar un casi seguro gol de la victoria. Mientras los impetuosos defensas de Francia se amontonaban en torno a su portero, Platini avanzó despacio y acarició el cuello de Zico, en un cariñoso gesto de consolación de un gran número 10 a otro.
En el último cuarto de hora, el agotamiento salió a relucir, y ambos conjuntos luchaban por impedir la prórroga. Se trataba de un tema de supervivencia. Zico hizo todo lo posible por purgar su error desde el punto fatídico, pero su toque de balón le había abandonado. Visiblemente trastornado, su mirada era toda angustia. Bats salvó el gol ante Careca una vez más, y sucedió lo inevitable: la prórroga.
En el primer tiempo de la prórroga prosiguió el juego ofensivo. Los franceses parecían desvanecerse. Bossis, desesperado, suplicaba ayudas defensivas atrás. Pero, milagrosamente, los primeros 15 minutos se fueron como habían venido, sin novedad.
Una última tirada de dados: los penales
Las dos selecciones gozaron de ocasiones en el segundo periodo de la prórroga, y Francia protagonizó la más controvertida. El equipo subió con determinación a campo contrario para una última tentativa. Platini apareció de nuevo, y su perfecto pase al hueco dejó totalmente solo a Bruno Bellone, que había salido por el intrépido Giresse. Pero Óscar salió de su área y agarró al suplente con las dos manos. Bellone se enderezó, negándose a caer, pero demasiado tarde, pues la ocasión se había esfumado. Un enfurecido Platini persiguió al árbitro por todo el campo reclamando la falta.
A unos segundos del final, Luis Fernández intentó una volea desde demasiado lejos, que requirió de una disculpa inmediata ante sus desesperados compañeros. Y llegó el pitido final; momento para la versión futbolística de la ruleta rusa.
Sócrates se encaminó primero al punto fatídico. Tomó una breve carrerilla, dio unos pasos amagando, como siempre, pero Bats logró sacarle el balón con desdén. La estrella brasileña de 32 años, consciente de que ese podía ser su último partido en un Mundial, hizo a continuación el largo y solitario camino de regreso hacia el círculo central, donde las dos selecciones se sentaban juntas, como formando un solo grupo.
Héroes y villanos
El disparo de Stopyra entró como una exhalación justo por el centro, arriba, y sacó el puño desafiante mientras las redes temblaban. En el turno de Brasil, el genial Bats adivinó el lanzamiento a la derecha de Alemão, pero era demasiado duro para controlarlo. A continuación, Amoros, dudó pero lo coló dentro. El siguiente fue Zico, que golpeó el cuero con rabia. Bats se lanzó al lado equivocado.
Bellone pudo haber sido el héroe del partido cuando fue derribado por Óscar; pero su penal se fue contra el poste... dio en la cabeza de Óscar y se metió dentro. ¿Justicia? Edinho protestó el penal, pero Igna lo concedió. Francia ganaba 3-2 después de tres turnos.
Branco marcó, y le llegó el turno a Platini para mantener a los Bleus al frente de la tanda de penales. Para sorpresa de todos, le pegó muy por encima del larguero. Se llevó las manos a la cabeza... ¿tenía que perder Francia otra vez en los penales? Inmediatamente Júlio César estampó su tiro contra el poste.
Llego el turno para Fernández, con un 3-3 en los penales. Óscar se tomó su tiempo para colocarse, haciendo esperar al lanzador. El portero se fue a la izquierda, pero Fernández tiró a la derecha.
La imagen final presentaba a Platini y Fernández abrazándose de rodillas. Y como contrapunto, Zico, intercambiando su camiseta y caminando solo hacia el vestuario.
Fuente: FIFA
1 comentario:
Sin duda un monuemnto al fútbol, que partidazo por dios, ver al futbol rapido y de toques sútiles de los franceses contra el jogo bonito de los brasileños es sin duda un choque de titanes, ademas el partido se torna dramatico lo que le da un aura de incertdumbre tremendo.
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