Domingos da Guia: el divino maestro

En el centro de sociología del fútbol de la Universidad del Estado de Río de Janeiro, Domingos da Guia recordó la bola así, señalándola cariñosamente: "Empecé en la fábrica Bangu. Trabajando, trabajando, hasta que encontré mi amiga. Y yo fui muy feliz con ella. Conocí el mundo entero, viajé mucho y conocí a muchas mujeres".

En realidad, Domingos Antônio da Guia -carioca del barrio de Bangu, nacido el 19 de noviembre de 1911, cadete de una familia pobre y llena de cracks-, primero, fue encontrado por la pelota. Y más tarde gracias a ella, trabajó en la fábrica textil. Era un esbelto chaval fino que al contrario de los centrales comunes, desarmaba los adversarios con calma y clase y asistía a los compañeros. Ese estilo técnico -que, de hecho, es el uso de la mente en la eficacia del fútbol- encantaba a los que le veían en los partidillos. El encanto fue tal que a los 16 años, Domingos, para jugar en el Bangu en el certamen de Río de Janeiro, se volvió un obrero de la textil. Y a los 18 sería convocado en la selección nacional - marca de juventud que sólo Pelé mejoraría en 1958, con 17 años. Ese suceso atrajo la envidia de los clubes y el América carioca se quedó con él. Pero sólo dos meses, pues -de marzo 1932 a febrero del año siguiente- el ex-obrero de la Fábrica Bangu exhibió su elegancia en el Vasco da Gama.

En seguida el prestigio de ese defensa central creativo llegó a Uruguay -entonces campeón del mundo de fútbol-, y en 1933 el Nacional lo contrató para ganar el Campeonato Uruguayo. Domingos se convirtió en un dios en Montevideo, formando una dupla de defensa legendaria con Nasazzi, el astro mayor de la Celeste. Tras sus actuaciones impecables, el brasileño fue inmediatamente llamado "Muralha" y "Fortaleza", hasta que la prensa lo definió mejor como "el Divino Maestro" -el nombre más justo que nunca se aplicó a un jugador. Tanto que ese renombre le impedía salir a la calle, donde era cercado por los fans pidiendo autógrafos. Además de ser casi acosado sexualmente por las chicas uruguayas, en caza de esos verdes 20 años en flor del Divino Maestro, ciudadano brasileño y carioca.


Cuando los equipos leían en los periódicos que "es la perfección depurada de la defensa... desarma el adversario sin violencia y luego se da el lujo de hacer un pase de ataque... vengan a ver a Domingos", el deseo de contar con él crecía. A los pocos meses en Montevideo, le pidieron de naturalizarse, pero no aceptó. También, los analistas observaron que con Domingos en el campo, los estadios contaban con una media de 5.000 personas más en la grada. Pero nada de eso quitó a da Guia esa manera de ser nostálgico de la samba, del sol, de la playa, de las mujeres, de los bares y peligros de Brasil. Y volvió.


En 1934, el Vasco montó un súperequipo. Con Leônidas, viniendo de Uruguay también y Fausto reincorporado. Entonces, incluso con una propuesta financiera inferior a la de Nacional, Domingos firmó para el Vasco da Gama. Y jugando 12 partidos fue campeón carioca. Al fin del año, no resistió a una oferta de Boca Juniors, hizo las maletas otra vez, embarcó y -como en Uruguay- fue el El Divino Maestro en Buenos Aires, donde también se consagró campeón en 1935.


Con poco tiempo en Argentina, ya de los escasos jugadores millonarios, en julio del 36, Domingos fue suspendido un semestre. El Boca lo dejó volver a Río para disfrutar unas vacaciones forzadas y jugar provisionalmente en la Gávea, junto a Leônidas da Silva y Fausto -éste ya desgraciadamente tuberculoso. Además de contar con la presencia de sus hermanos Mamédio -que se suicidó- y Ladislau, ambos titulares del Flamengo. Con el fin de la sanción, en el inicio de 1937, Boca exigió su retorno para cumplir el contrato. Lo que hizo a los 24 años, casado con Erotildes. Pero en octubre, tras una lidia en el club, fue multado, y volvió a Río, a la espera del fin de su contrato con los bonaerenses. Esta vez, tras rehusar propuesta del Racing Club de París, el Flamengo lo retuvo y empezaría la fase más luminosa de su carrera.


En sus seis años en la Gávea, Domingos fue 3 veces campeón. En 1938, su estrella brilló intensamente en la selección de Brasil en el Mundial de Francia. Allí, fue considerado como el defensa central más completo del planeta. En 1944 -año del tricampeonato de Flamengo-, el Corinthians compró su pase en la mayor transacción financiera del fútbol brasileño. Y aunque no conquistó títulos en São Paulo, sería la alegría del "Timão" hasta 1947. Como corintiano, el Divino Maestro sirvió a Brasil en los Sudamericanos 1945 y 46 -este último año con el más tumultuoso (y último de Domingos en selección, el 10 de febrero) de los encuentros entre brasileños y la entonces excelente selección argentina.
Sobre da Guia corren casos fabulosos.

Uno de ellos -según Zizinho, su amigo, fan y compañero en los rojinegros- en un Fla-Flu, el genial Tim, frente a él, amagaba irse para un lado, para el otro, y Domingos allí, parado, aguardando lo que el tricolor iba a hacer, por donde iba a salir, Tim insistió y el Divino, inmóvil. Allí el medio ofensivo entendió que nada había que hacer y con ese respetó al defensa central y a sí mismo, se salió de la situación con un chut. Y, cuenta Zizinho, Tim "salió insultando a todo el mundo", como hacía el incontrolable Heleno de Freitas.


El gran cronista Mario Filho (que dirigió el Jornal dos Sports y dio su nombre al estadio Maracaná) cuenta que da Guia se acaparó de una bola en su área y que el mismo Heleno -el más clásico, artístico y pasional de los delanteros centros- se lanzó sobre él como sobre un plato de comida. Pues, Domingos le dribló varias veces. Abatido, Heleno de Freitas se cayó en el campo -no se sabe si en una crisis nerviosa o de cansancio- y el Divino nuestro señor da Guia, la cabeza erguida, salió con ella en los pies, en una "domingada" más, como se llamarían sus jugadas para salir del área con la pelota controlada.


Tras el Corinthians, Domingos terminaría su carrera en el Bangu, exhibiendo un fútbol vistoso hasta 1949. Señalemos que esa relación con el equipo proletario de Moça Bonita llevó al famoso escritor Jorge Amado a confesarse rojiblanco. Años más tarde, da Guia llevaría su hijo Ademir al Bangu donde se consagró campeón juvenil bangüense, confirmando la sangre de genio que corría en sus venas. Luego Ademir sería el cerebro de la legendaria Academia de Palmeiras. Y también, en razón de la época en que actuó, el jugador brasileño que sufrió la injusticia más grande.


Además de Ademir, el Divino Maestro generó una escuela de defensas centrales finos, sus discípulos, del estilo de Mauro Ramos, Aírton y Luís Pereira, que lo consideraron su estrella guía en todo los sentidos. Y generó esa convicción de que en Brasil, el arte está sintetizado en el fútbol, como dice el novelista José Lins do Rêgo: "Dominio de nervios y de músculos que nos deja orgullosos de la especie humana". A los 89 años, Domingos da Guia falleció en Río de Janeiro el 18 de mayo de 2000. Y sin perder su flema... tan característica que Mario Filho lo comparó al mayor escritor del País: "De cierta forma Domingos fue el Machado de Assis del fútbol... Inglés por fuera, brasileño por dentro. Sobre todo carioca". Tras su muerte, en una edición especial, la revista Placar publicaba que fue electo el 5º mayor astro de la historia del Flamengo.... delante de Júnior, Romário, Leandro y Jair Rosa Pinto.
Fuente: Antonio Galvao

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