Fue en el Mundial del 62. Inglaterra jugaba contra la selección argentina.
Bobby Charlton armó la jugada del primer gol inglés, hasta que Flowers quedó sólo frente al arquero Roma. Pero el segundo gol fue obra suya de cabo a rabo. Charlton, dueño de toda la izquierda del campo, dejó a la defensa argentina desintegrada como una polilla después del manotazo, y a la carrera cambió de pierna y con la derecha fulminó el arquero de tiro cruzado.
Él era un sobreviviente. Casi todos los jugadores de su equipo, el Manchester United, habían quedado atrapados entre los hierros retorcidos de un avión en llamas. A Bobby la muerte lo soltó, para que un obrero de las minas pudiera seguir regalando a la gente la alta nobleza de su fútbol.
La pelota le obedecía. Ella recorría la cancha siguiendo sus instrucciones y se metía en el arco antes de que él la pateara.
Bobby Charlton armó la jugada del primer gol inglés, hasta que Flowers quedó sólo frente al arquero Roma. Pero el segundo gol fue obra suya de cabo a rabo. Charlton, dueño de toda la izquierda del campo, dejó a la defensa argentina desintegrada como una polilla después del manotazo, y a la carrera cambió de pierna y con la derecha fulminó el arquero de tiro cruzado.
Él era un sobreviviente. Casi todos los jugadores de su equipo, el Manchester United, habían quedado atrapados entre los hierros retorcidos de un avión en llamas. A Bobby la muerte lo soltó, para que un obrero de las minas pudiera seguir regalando a la gente la alta nobleza de su fútbol.
La pelota le obedecía. Ella recorría la cancha siguiendo sus instrucciones y se metía en el arco antes de que él la pateara.
Fuente: Eduardo Galeano
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