Para quien vio jugar a Domingos da Guia, era impensable que un zaguero se aproximase a lo que fue el Divino Maestro: la perfección. Eso sólo fue admitido en 1946, en Poços de Caldas, interior del estado de Minas Gerais, por los que vieron los primeros pasos y pases que Mauro Ramos de Oliveira daba en la Associação Atlética Caldense, equipo local. El adolescente exhibía estilo elegante y clásico, óptimo de cabeza, leal en la lucha -pero firme- y, aunque lento, buen marcador. Tenía, pues, mucho de Domingos. Y por tal categoría, en 1947, Mauro fue llamado para el conjunto del Sanjoanense, de São João da Boa Vista, ciudad vecina de Poços de Caldas.
En ese Sanjoanense, el ex-defensa são-paulino Piolim descubrió a Mauro y lo ofreció al tricolor paulista en junio del 48, frustrando al Palmeiras, también inclinado a contratarlo. El mes siguiente, contra el Juventus paulistano, y en el lado derecho, posición otrora de Piolim, se estrenó en el São Paulo Futebol Clube al lado del gringo Armando Renganeschi. A seguir, Mauro sustituyó a ese argentino en el eje de la zaga são-paulina y allí se quedó 12 temporadas.
En los dos primeros años, él se hizo campeón estadual paulista. Allí la torcida tricolor supo que Mauro nació el 30 de agosto de 1930. Y que en 1949 iba para la selección brasileña disputar el Sudamericano -actual Copa América-, exhibiendo elegancia con los colores nacionales el día 10 de abril, batiendo a Bolivia por 10 a 1, la mayor goleada que el seleccionado nunca aplicó. Y aún hizo tres partidos más en ese certamen ganado por Brasil. En 1950, descartado del equipo que jugó -y perdió- el Mundial, él hizo dos (perdiendo el primero y venciendo el segundo) de los 3 partidos contra Uruguay en la Copa Rio Branco, vencida por Brasil. Con el São Paulo, Mauro ganó el Estadual de 53. Un año más tarde, él fue como suplente de Pinheiro en Mundial en Suiza. En esa época, Martha Rocha -linda joven que ganó un concurso nacional de belleza- estaba de moda y él, también bonito y elegante (dentro y fuera del campo), fue relacionado cariñosamente con el nombre de esa miss.
En 1955, en el equipo brasileño, se llevó la Copa Bernardo O´Higgins, y en el club paulistano el Mundialito de Caracas y el torneo Jarrito, en México. Al año siguiente, Mauro hizo el Sudamericano de Uruguay. Y para el São Paulo ganó el certamen paulista de 1957 en un grupo mágico, que contaba con Zizinho y Canhoteiro. En Suecia, ese defensor são-paulino fue campeón mundial como reserva de Bellini. Y estuvo en el Sudamericano de Argentina en 1959, volviendo a la selección en 1961 para vencer otra Bernardo O´Higgins. Antes de eso, tras 444 partidos para el tricolor y un malentendido con el técnico Vicente Feola, Mauro fue transferido para el Santos, donde alcanzó el auge de su carrera. Y, ya como santista, en el Mundial de Chile ese mineiro de Poços de Caldas sería titular indiscutible de la zaga central brasileña y, sobre todo, el capitán del equipo que se consagró una vez más campeona del mundo.
De esa fase, Djalma Santos contó que, al ser convocado, Mauro fue a ver el técnico Aimoré Moreira y le dijo con la peculiar tranquilidad mineira que no quería ser más suplente. El entrenador, viendo en esa exigencia que la moral del atleta estaba alta y, quién sabe, temiendo que él se retirara del equipo, en seguida le hizo titular. Desde allí, con el brazalete de capitán, el talentoso Mauro Ramos alzó la copa Jules Rimet como un brasileño más victorioso en el Mundial. Y con esa gestual histórica él exhibió el trofeo a las 70.000 personas del Estadio Nacional de Santiago. Infelizmente, en 1973, este campo -para la vergüenza de toda la humanidad- serviría de prisión y lugar de torturas en el golpe militar fascista que derrocó el presidente electo de Chile, Salvador Allende.
Tras tal conquista histórica, él aún ganó a los argentinos en la Copa Roca, en 1963. Retornó a la selección empatando con los soviéticos, el 21 de noviembre de 1965, cuando se despidió del equipo, con 20 victorias en 30 partidos con la gloriosa camiseta amarilla. Así, Mauro había servido a Brasil durante 16 años, 7 meses y 11 días.
Con todo, además de vencer los certámenes paulistas de 1948, 1949, 1953 y 1957, con el São Paulo Futebol Clube, y los títulos ganados con la selección brasileña -de los cuales el segundo Mundial en 1962-, Mauro llegando a Vila Belmiro a los 30 años, coleccionaría innumerables nuevos trofeos para el Santos. Era un equipo que tenía lo que el "Peixe" tuvo de mejor: Gilmar, Carlos Alberto, Calvet, Zito, Dorval, Mengálvio, Coutinho, Pepe, Edu y - ¡él! - Pelé. En ese vestuario de gigantes, el clásico zaguero triunfó: certámenes estatales de 1960, 1961, 1962, 1964 y 1965, cinco veces la Taza Brasil, de 1961 a 1965; fue bicampeón de la Libertadores de América y de la Intercontinental en 1962 y 1963; y aun se llevó los torneos Rio-São Paulo de 1963, 1964 y 1966.
En las vísperas de sus 37 años, Mauro Ramos de Oliveira dijo a su mujer, Eni, que era la hora de parar. En fin, pensó que quería ver y acompañar creciendo a sus hijos, Mauro, Sílvia e Marcio. Sólo que, en esa época, el equipo mejicano de Toluca le ofreció un contrato financieramente irrechazable y allí salió campeón, en 1967. Después, lo hicieron técnico del Deportivo Oro, también de México. Y como entrenador ese ex-zaguero impecable volvería a Brasil, dirigiendo el Santos Futebol Clube en dos ocasiones - 1971 y 1972 - y el paranaense Coritiba. En 1974, Mauro se quiso establecer como comerciante, habiendo sido antes agente inmobiliario -incluso vendiendo terrenos en los prósperos barrios de São Paulo y del estadio Morumbi, entonces provocando, equivocadamente, las bromas de Pelé.
Sorprendentemente, es cuando dio la espalda al fútbol. Ni comparecía a los eventos deportivos, ni a los que le homenajeaban. Pero conservó sus amistades establecidas en una larga carrera de crack. De sus amigos preferidos, uno de los más próximos era José Carlos Bauer, el querido "Compadre Bauer".
Ya cansado de la frenesí de la capital paulista, el ex-capitán do equipo volvió a vivir en su tierra natal, Poços de Caldas, el apacible balneario mineiro. Pero, para curar un pecho doliente de vejez, Mauro vendría en São Paulo para un tratamiento cardiológico. Allí, temiendo por la salud del mayor ídolo y artista del municipio, en 1998, los habitantes le erigieron una estatua en tamaño real en el centro de la ciudad. Y, de bronce, Mauro Ramos de Oliveira se quedó mirando el flujo de la vida soñolienta de Minas Gerais -igual a un poema del también mineiro Carlos Drummond de Andrade: "¡un hombre pasa lentamente! ¡un perro pasa lentamente! ¡un burro pasa lentamente! lentamente..., las ventanas miran".
El 18 de septiembre de 2002, Mauro Ramos de Oliveira falleció de cáncer. Y en las áreas grandes de los estadios donde jugó, una enorme nostalgia se ha instalado. Como si sabían con certeza que un estilista de tal tamaño faltaría para siempre a los gramados del fútbol de la vida.
En ese Sanjoanense, el ex-defensa são-paulino Piolim descubrió a Mauro y lo ofreció al tricolor paulista en junio del 48, frustrando al Palmeiras, también inclinado a contratarlo. El mes siguiente, contra el Juventus paulistano, y en el lado derecho, posición otrora de Piolim, se estrenó en el São Paulo Futebol Clube al lado del gringo Armando Renganeschi. A seguir, Mauro sustituyó a ese argentino en el eje de la zaga são-paulina y allí se quedó 12 temporadas.
En los dos primeros años, él se hizo campeón estadual paulista. Allí la torcida tricolor supo que Mauro nació el 30 de agosto de 1930. Y que en 1949 iba para la selección brasileña disputar el Sudamericano -actual Copa América-, exhibiendo elegancia con los colores nacionales el día 10 de abril, batiendo a Bolivia por 10 a 1, la mayor goleada que el seleccionado nunca aplicó. Y aún hizo tres partidos más en ese certamen ganado por Brasil. En 1950, descartado del equipo que jugó -y perdió- el Mundial, él hizo dos (perdiendo el primero y venciendo el segundo) de los 3 partidos contra Uruguay en la Copa Rio Branco, vencida por Brasil. Con el São Paulo, Mauro ganó el Estadual de 53. Un año más tarde, él fue como suplente de Pinheiro en Mundial en Suiza. En esa época, Martha Rocha -linda joven que ganó un concurso nacional de belleza- estaba de moda y él, también bonito y elegante (dentro y fuera del campo), fue relacionado cariñosamente con el nombre de esa miss.
En 1955, en el equipo brasileño, se llevó la Copa Bernardo O´Higgins, y en el club paulistano el Mundialito de Caracas y el torneo Jarrito, en México. Al año siguiente, Mauro hizo el Sudamericano de Uruguay. Y para el São Paulo ganó el certamen paulista de 1957 en un grupo mágico, que contaba con Zizinho y Canhoteiro. En Suecia, ese defensor são-paulino fue campeón mundial como reserva de Bellini. Y estuvo en el Sudamericano de Argentina en 1959, volviendo a la selección en 1961 para vencer otra Bernardo O´Higgins. Antes de eso, tras 444 partidos para el tricolor y un malentendido con el técnico Vicente Feola, Mauro fue transferido para el Santos, donde alcanzó el auge de su carrera. Y, ya como santista, en el Mundial de Chile ese mineiro de Poços de Caldas sería titular indiscutible de la zaga central brasileña y, sobre todo, el capitán del equipo que se consagró una vez más campeona del mundo.
De esa fase, Djalma Santos contó que, al ser convocado, Mauro fue a ver el técnico Aimoré Moreira y le dijo con la peculiar tranquilidad mineira que no quería ser más suplente. El entrenador, viendo en esa exigencia que la moral del atleta estaba alta y, quién sabe, temiendo que él se retirara del equipo, en seguida le hizo titular. Desde allí, con el brazalete de capitán, el talentoso Mauro Ramos alzó la copa Jules Rimet como un brasileño más victorioso en el Mundial. Y con esa gestual histórica él exhibió el trofeo a las 70.000 personas del Estadio Nacional de Santiago. Infelizmente, en 1973, este campo -para la vergüenza de toda la humanidad- serviría de prisión y lugar de torturas en el golpe militar fascista que derrocó el presidente electo de Chile, Salvador Allende.
Tras tal conquista histórica, él aún ganó a los argentinos en la Copa Roca, en 1963. Retornó a la selección empatando con los soviéticos, el 21 de noviembre de 1965, cuando se despidió del equipo, con 20 victorias en 30 partidos con la gloriosa camiseta amarilla. Así, Mauro había servido a Brasil durante 16 años, 7 meses y 11 días.
Con todo, además de vencer los certámenes paulistas de 1948, 1949, 1953 y 1957, con el São Paulo Futebol Clube, y los títulos ganados con la selección brasileña -de los cuales el segundo Mundial en 1962-, Mauro llegando a Vila Belmiro a los 30 años, coleccionaría innumerables nuevos trofeos para el Santos. Era un equipo que tenía lo que el "Peixe" tuvo de mejor: Gilmar, Carlos Alberto, Calvet, Zito, Dorval, Mengálvio, Coutinho, Pepe, Edu y - ¡él! - Pelé. En ese vestuario de gigantes, el clásico zaguero triunfó: certámenes estatales de 1960, 1961, 1962, 1964 y 1965, cinco veces la Taza Brasil, de 1961 a 1965; fue bicampeón de la Libertadores de América y de la Intercontinental en 1962 y 1963; y aun se llevó los torneos Rio-São Paulo de 1963, 1964 y 1966.
En las vísperas de sus 37 años, Mauro Ramos de Oliveira dijo a su mujer, Eni, que era la hora de parar. En fin, pensó que quería ver y acompañar creciendo a sus hijos, Mauro, Sílvia e Marcio. Sólo que, en esa época, el equipo mejicano de Toluca le ofreció un contrato financieramente irrechazable y allí salió campeón, en 1967. Después, lo hicieron técnico del Deportivo Oro, también de México. Y como entrenador ese ex-zaguero impecable volvería a Brasil, dirigiendo el Santos Futebol Clube en dos ocasiones - 1971 y 1972 - y el paranaense Coritiba. En 1974, Mauro se quiso establecer como comerciante, habiendo sido antes agente inmobiliario -incluso vendiendo terrenos en los prósperos barrios de São Paulo y del estadio Morumbi, entonces provocando, equivocadamente, las bromas de Pelé.
Sorprendentemente, es cuando dio la espalda al fútbol. Ni comparecía a los eventos deportivos, ni a los que le homenajeaban. Pero conservó sus amistades establecidas en una larga carrera de crack. De sus amigos preferidos, uno de los más próximos era José Carlos Bauer, el querido "Compadre Bauer".
Ya cansado de la frenesí de la capital paulista, el ex-capitán do equipo volvió a vivir en su tierra natal, Poços de Caldas, el apacible balneario mineiro. Pero, para curar un pecho doliente de vejez, Mauro vendría en São Paulo para un tratamiento cardiológico. Allí, temiendo por la salud del mayor ídolo y artista del municipio, en 1998, los habitantes le erigieron una estatua en tamaño real en el centro de la ciudad. Y, de bronce, Mauro Ramos de Oliveira se quedó mirando el flujo de la vida soñolienta de Minas Gerais -igual a un poema del también mineiro Carlos Drummond de Andrade: "¡un hombre pasa lentamente! ¡un perro pasa lentamente! ¡un burro pasa lentamente! lentamente..., las ventanas miran".
El 18 de septiembre de 2002, Mauro Ramos de Oliveira falleció de cáncer. Y en las áreas grandes de los estadios donde jugó, una enorme nostalgia se ha instalado. Como si sabían con certeza que un estilista de tal tamaño faltaría para siempre a los gramados del fútbol de la vida.
Fuente: Eduardo Galeano
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