En Hungría, caían fusilados Imre Nagy y otros rebeldes del 56, que habían querido democracia en lugar de burocracia, y en Haití morían los rebeldes que se habían alzado al asalto del palacio donde Papa Doc Duvalier reinaba rodeado de brujos y verdugos. Juan XXIII, Juan el Bueno, era el nuevo Papa de Roma, el príncipe Carlos era el futuro monarca de Inglaterra, Barbie era la nueva reina de las muñecas, João Havelange conquistaba la corona brasileña en el negocio del fútbol, mientras en el arte del fútbol un muchacho de diecisiete años, llamado Pelé, se consagraba rey del mundo.
La consagración de Pelé tuvo lugar en Suecia, durante el sexto Campeonato Mundial. Participaron del torneo doce equipos europeos, cuatro americanos y ninguno de otras latitudes.
Los suecos pudieron ver los partidos en las canchas y también en sus casas. Ésta fue la primera vez que la Copa se transmitió por televisión, aunque sólo llegó en vivo y en directo al ámbito nacional y el resto del mundo la recibió después.
Ésta fue, también, la primera vez que un país ganó la Copa jugando fuera de su continente. En el Mundial del 58, la selección brasileña empezó más o menos, pero fue arrolladora a partir del momento en que los jugadores se sublevaron y pudieron imponer al director técnico el equipo que ellos querían. Entonces, cinco suplentes se hicieron titulares. Entre ellos, Pelé, un adolescente desconocido, y Garrincha, que ya traía mucha fama desde Brasil y mucho se había lucido en los juegos previos, pero había sido excluido del Mundial porque los estudios psicotécnicos le habían diagnosticado debilidad mental. Ellos, suplentes negros de jugadores blancos, brillaron con luz propia en el nuevo equipo de estrellas, junto a otro negro de juego deslumbrante, Didí, que desde atrás les organizaba las magias.
Juego y fuego: el periódico World Sports, de Londres, dijo que había que restregarse los ojos para creer que aquello era cosa de este planeta. En las semifinales, contra la Francia de Kopa y Fontaine, los brasileños ganaron 5 a 2, y otra vez 5 a 2 en la final contra el dueño de casa. El capitán de Suecia, Liedholm, uno de los jugadores más limpios y elegantes de la historia del fútbol, convirtió el primer gol del partido, pero después Vavá, Pelé y Zagalo pusieron las cosas en su lugar, ante la atónita mirada del rey Gustavo Adolfo. Brasil fue campeón invicto. Cuando terminó el partido, los jugadores regalaron la pelota a su hincha más devoto, el negro Américo, masajista.
Final - Brasil x Suecia
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