Las expresiones mano de Dios y el gol del siglo forman parte de la jerga futbolística y, para la mayoría de los aficionados, evocan recuerdos de un encuentro épico. Corría el año de 1986, y Argentina se enfrentaba a Inglaterra en cuartos de final del Mundial de México. Estaba a punto de hacerse historia en un partido que enfrentaba estilos y mentalidades opuestos en la caldera del legendario estadio Azteca de la Ciudad de México.
Antes que nada, conviene situar el choque en el contexto histórico, pues la Guerra de las Malvinas aún estaba fresca en la memoria colectiva. Por si fuera poco, ambos países estaban enzarzados en una rivalidad futbolística que databa de 1966, año en el que las dos naciones tuvieron sus más y sus menos en un tormentoso encuentro del Mundial celebrado en Inglaterra. Desde entonces, por un motivo o por otro, los Argentina-Inglaterra nunca han dejado de suscitar intensas emociones, y éste no iba a ser una excepción. No obstante, aunque ya tenía todos los ingredientes para ser un duelo especial, el hecho de que se convirtiera en un clásico se debió principalmente a las proezas de un hombre: Diego Armando Maradona.
Argentina se había paseado hasta entonces por la competición, y saltó al campo rebosante de confianza. Dirigidos por el mejor jugador del mundo, su capitán Maradona, los sudamericanos se habían propuesto llegar hasta el final y conquistar un trofeo que habían alzado por primera vez en su propio país en 1978.
Los días gloriosos de la Inglaterra de 1966 eran a la sazón un brumoso recuerdo, pero tras su decepcionante inicio de campaña en la liguilla del certamen, en la que estuvieron a punto de ser eliminados, los ingleses habían reorganizado bien su tripulación para el zafarrancho de combate. Gary Lineker, diestramente respaldado por Peter Beardsley, había sumado a su tripleta contra Polonia dos tantos más contra Paraguay. En ausencia del lesionado Bryan Robson y del sancionado Ray Wilkins, el once remozado de Bobby Robson había encontrado un aceptable grado de eficacia.
Si bien el defensa inglés Terry Fenwick intentó el asalto a la portería argentina en los primeros minutos, los albicelestes pronto impusieron su juego de pases rápidos y cortos. En el minuto 8, establecieron la pauta del encuentro con su primera jugada de ataque. Maradona penetró en profundidad en territorio inglés antes de ser derribado por Fenwick a unos 25 metros de la portería. El veterano guardameta Peter Shilton logró desviar fuera el envenenado tiro libre.
Inglaterra tuvo entonces una oportunidad aún más clara de adelantarse. Un afiladísimo pase entre líneas del director de juego Glenn Hoddle y el resbalón del arquero argentino Nery Pumpido dejaron a Beardsley en posición muy favorable para marcar, pero su disparo se incrustó en la malla lateral (13').
Los hombres de Carlos Bilardo pisaron entonces el acelerador. Maradona empezó a atormentar la zaga inglesa con sus laberínticos quiebros, provocando una serie de golpes francos en torno al área rival. En uno de ellos desde 22 metros, Maradona lanzó con efecto y Shilton sólo pudo ver con alivio cómo el balón salía fuera lamiendo el poste (33').
En esos momentos, Argentina ya llevaba las riendas del encuentro, y el desconcierto ya empezaba a hacer mella en algunos defensas ingleses. Maradona fue derribado de un codazo por Butcher (40'), pero si el jugador del Ipswich Town pensó que así dejaría fuera de combate al principal cañonero enemigo, pronto se percataría de su error de cálculo. El maestro del medio campo se levantó por su propio pie, se sacudió el polvo, y sirvió la venganza de la manera más controvertida posible.
Otra penetración del ex-volante de Boca Juniors, Barcelona FC y Nápoli, entre otros, por el centro de la defensa inglesa culminó con un intento de pared con Jorge Valdano. La devolución de la pelota por parte de este último fue a parar a los pies de Steve Hodge, cuyo despeje fallido hizo que el balón saliera despedido hacia arriba. Sin darse por vencido ni en las causas más perdidas, Maradona continuó su carrera para saltar y propinó un puñetazo al balón con la mano izquierda para desviarlo por encima de Shilton, que había salido a buscar el esférico (1-0, 51'). Los jugadores ingleses protestaron en vano ante el colegiado tunecino Ali Bennaceur, que concedió el gol convencido de que Maradona había tocado el balón con la cabeza. ¡Increíble!
La mano de Dios, como el propio Maradona la llamó, dio un giro indiscutible al partido. Pero para dejar las cosas claras, Dieguito anotó a continuación lo que a menudo se considera el gol del siglo. Marcaba el reloj el minuto 55 cuando el Pelusa recuperó el balón en su propio campo, se desembarazó de Beardsley y de Peter Reid, y se adentró en territorio inglés. Los 115.000 espectadores del estadio Azteca se quedaron pasmados mientras Maradona avanzaba hacia la meta regateando primero a Butcher, luego a Fenwick, y por último a Shilton para obrar el 2-0. Fue la obra maestra de un genio del fútbol.
Maradona explicó después que había hecho el mismo recorrido en Wembley en un amistoso contra Inglaterra en 1980, pero en lugar de quebrar al portero Ray Clemence, había chutado fuera. Su hermano le había llamado después para decirle que debería haber driblado al arquero. Así que Maradona se había limitado a poner en práctica el consejo de su hermano. No obstante, hay una pregunta que muchos no se pueden quitar de la cabeza: ¿Habría intentado semejante audacia con el marcador en 0-0? En cualquier caso, el hecho era que los hombres de Robson perdían por dos goles de desventaja y sufrían el imperial dominio de la Albiceleste, dedicada entonces a marear el balón en la medular.
Con todo, los ingleses no se rindieron. Recurrieron a todas sus tradicionales reservas de espíritu de lucha para volver a la carga. Hoddle, probablemente su mejor combatiente, obligó a Pumpido a retroceder apresuradamente con una vaselina desde los 22 metros en el minuto 69, y con ese gesto espoleó a los suyos. Robson decidió sacar a sus extremos Chris Waddle y John Barnes para revolucionar el ataque, y Barnes en particular empezó a carburar.
Fue precisamente el alero del Watford quien llegó hasta la línea de fondo y centró a Lineker para que éste anotara su sexto gol en el campeonato (2-1, 78'). Las esperanzas volvieron a los corazones ingleses, y no se fueron ni siquiera cuando los argentinos estuvieron a punto de extinguirlas de otro zarpazo. Maradona volvió a las andadas apoyándose en el suplente Carlos Tapia y, tras eludir a Kenny Sansom, estrelló un potente trallazo contra la cepa del poste (82').
Inglaterra se batió hasta el final. En la última escena de peligro, Barnes se escapó por la izquierda en una jugada calcada a la del gol anterior de Lineker. El futbolista del Everton, que luego acabaría coronándose máximo realizador del certamen, logró rematar el centro y seguramente pensó que su toque haría diana. Pero Julio Olarticoechea dio un brinco inimaginable para desviar el remate a córner (87').
El marcador ya no se movió, y Argentina accedió a la semifinal. La explosión de júbilo entre los miembros de la Albiceleste al oír el pitido final demostró que el significado de ese triunfo trascendía el ámbito deportivo. El mismo Maradona declaró: "Ha sido una final para nosotros. Mucho más que de ganar un partido, se trataba de vencer a los ingleses. Nunca olvidaré este partido". Lo mejor estaba por llegar, pues Maradona, con su espíritu ganador y su incomparable talento, guió a los suyos aquel verano hasta la conquista del título.
Fuente: FIFA
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