Eduardo Chillida era guardameta de la Real Sociedad, en la ciudad vasca de San Sebastián. Alto, enjuto, tenía una manera muy propia de atajar, y ya el F.C. Barcelona y el Real Madrid le habían echado el ojo. Decían los expertos que ese muchacho iba a heredar de Zamora.
Pero otros planes tenía el destino. En 1943, un delantero rival, que por algo se llamaba Sañudo, le rompió los meniscos y todo lo demás. Al cabo de cinco operaciones en la rodilla, Chillida dijo adiós al fútbol y no tuvo más remedio que hacerse escultor.
Así nació uno de los grandes artistas del siglo. Chillida trabajaba con materiales pesados, de esos que se hunden en la tierra, pero sus manos poderosas arrojan al aire el hierro y el hormigón, que volando descubren otros espacios y crean otras dimensiones.
Antes, en el fútbol, él hacía lo mismo con su cuerpo.
En homenaje a Eduardo Chillida que falleció el 19 de agosto de 2002 a los 78 años.
Fuente: Eduardo Galeano
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