"Si hay un dios que rige el fútbol, ese Dios es sobre todo irónico y farsante, y Garrincha fue uno de sus súbditos encargado de escaparse de todo y todos... Fue un pobre y pequeño mortal que ayudó un país entero a sublimar sus tristezas. Lo peor es que las tristezas vuelven, y no hay otro Garrincha disponible. Es preciso uno nuevo, que nos alimente el sueño". Esa cita es de Carlos Drummond de Andrade, el mayor poeta modernista brasileño. Y nunca fue leído por el alagoano Amaro, analfabeto, borracho, zambo y mujeriego. Sin embargo, el padre de Manoel Francisco dos Santos, el esencial Garrincha, uno de los mejores peloteros del planeta, nacido el 28 de octubre de 1933, en el distrito de Pau Grande, Estado de Río de Janeiro.
Mané era el quinto hijo de la casa y la hija mayor, Rosa, viendo en él el pajarito indomable y de canto suave, se puso a llamarle Garrincha. Y él, contento con el nombre, muy pronto mostraría lo que tenía de ganas y temperamento. Del lado indígena paterno, el futuro ídolo heredará la tendencia alcohólica. Y la alegría de vivir y jugar le vendrá igualmente de la negritud de Señor Amaro dos Santos.
Pero nadie en Pau Grande discutía que el adolescente bebiera. Increíble era que jugase bola con la rodilla derecha girada hacia adentro y la izquierda hacia afuera, defecto que resultaba en una pierna más corta y el bazo descolocado. Y que jugara tanto en el equipo de la industria textil América Fabril, donde el huidizo operario Garrincha cambiaba trabajo por partiditos de calle. Sólo que él era el as de equipo de la fábrica, lo que llevó al Serrano de Petrópolis a contratarlo, remunerándolo por partido. Esta forma de salario creará en él las ganas de vivir del tercero placer. Después del sexo y de la bebida, en este orden, lo que más le gustaba era jugar. Y además hizo que su tío Manoel Caieira -cachaceiro inveterado- quiso hacerle fichar por uno de los clubes cariocas de renombre.
En 1950, Caieira lo llevó al Vasco y al São Cristóvão. En el 51, al Flamengo y al Fluminense, todos sin éxito. Garrincha quiso desistir de los grandes equipos cuando -ya casado con Nair, operaria que le dará una hija- el Botafogo le invitó a una prueba. Y sólo el 10 de junio de 1953 fue allí. Ese día, Nilton Santos pidió con insistencia que lo contrataran, inclusive, para aliviar el resto de su vida, teniendo la certeza de que jamás sería desmoralizado por alguien en el fútbol.
Botafogo pagó la miseria de 27 dólares al Serrano y a Garrincha un salario ridículo. Mané trajo su amante Iraci a Río. Y cada semana subía a la montaña para beber y hacer el amor a la negrita Nair, con quien hizo siete hijas más. En el club creció en la punta derecha, pero el equipo estuvo mal en el 53, 54 e 55. Es en la Copa O´Higgins, el 19 de septiembre de 1955, que Garrincha se estrenó en el seleccionado brasileño. Y sólo en 1957, cuando Botafogo fue campeón carioca, volvería al equipo. Al año siguiente, Mané ganó el Mundial en Suecia, donde, además de beber, lo que tenía autorizado, hizo con una amante a Ulf Lindberg, un hermano nórdico a los dos hijos que tuvo con Iraci, la mulata de Pau-grande, a quien olvidará pronto.
En los años 1959 y 1960, Garrincha jugó amistosos y un Sudamericano para la selección. En 1961, se llevó las copas O´Higgins y Oswaldo Cruz, además de la competición estatal para el Botafogo. En esta época, separado de Nair, empezó su amistad con la cantora Elza Soares. Al año siguiente, repitiendo el título carioca, ganó el Rio-São Paulo (título repetido en 64) e hizo 12 partidos en la selección llevándose otra vez la Copa Oswaldo Cruz y el Mundial en Chile, donde fue el crack de la competición, a pesar de una expulsión, hecho aislado en su carrera. Sólo volvería al equipo de Brasil en 1965, año en que fue vendido al Corinthians. Y en el Mundial de 1966, contra Hungría, Garrincha fue derrotado con la selección por primera y única vez, siendo también su último partido y contabilizando así 61 partidos y 17 goles.
Es probable que su declive empieza, cuando, con artrosis crónica y sobrepeso, recibía infiltraciones en las rodillas para ser rentable para el Botafogo -con él, cuota de 12 mil dólares; sin él, sólo 8 mil. Viendo la mina secar, ese club lo cedió al Corinthians, donde Mané hizo sólo 10 partidos y ganó el Rio-São Paulo de 66. Después, para sobrevivir, probaría suerte en el Atlético Júnior colombiano de Barranquilla. Y, de vuelta a Río, aun actuó sin brillo en Flamengo, Olaria y Portuguesa.
En Italia de los inicios de los 70, jugaba en un equipo amador, contra equipos de barrios. Y tuvo al poeta Chico Buarque de Hollanda, en la época exiliado político, como conductor particular. Sólo que Mané podía volver. Y regresó al Maracanã, donde fue "El ángel de las piernas tortas" y "La alegría del pueblo" en el partido de homenaje que reunió a jugadores nacionales y extranjeros en diciembre de 1973. Pero, tras beber la renta del encuentro, conduciendo embriagado en tres ocasiones, atropelló en accidente al padre en Pau Grande, un niño y la suegra. Alguna vez, sin gas, se alquilaba a equipos mediocres y se bebía el caché. En un carnaval, su imagen alegórica de la escuela de samba que lo celebraba era conmovedora. Y él, que siempre fue suave y cordial, se dio a la violencia con quien le quería ayudar, como Ademir Menezes. Hasta tal punto que, en 1977, agredió físicamente a Elza y ella, madre de Garrinchinha, no soportando más, lo abandonaría. Entonces, el perturbado Mané se unió con Vanderléa, que le dio una hija, totalizando, como fogoso galante de cinco compañeras, una prole repleta de 13 descendientes.
Sin embargo, su hecho mayor no fue esa neuropatía. No, él hizo mucha más... Además de la magia del regate inimitable, Mané legó al fútbol el caballeresco gesto de echar la pelota fuera para socorrer alguien. Y una vez, en México, al verle driblar tantas veces un lateral del River Plate, la masa se puso a gritar olé, el grito incentivo de las corridas, hoy incorporado en los estadios del mundo. Aun más: las frases sutiles y cortas. Chile, 1962, un reportero de radio pide: "Al micrófono para su despedida". Y Garrincha: "Adiós micrófono". Con otro reportero fue diplomata : "Nací Flamengo, pero crecí Botafogo". En este club, el honrado almirante Lima Lages escuchó cuando el extremo derecha dijo, serio y sin pestañear, a un presidente cuanto quería recibir de salario: "Como mínimo, el máximo".
Ese genio iletrado que, para el cronista Paulo Mendes Campos, hizo que la magia superase la lógica, murió en Río do Janeiro, el 20 de enero de 1983. En la autopsia, cerebro, corazón, pulmones, páncreas, hígado, intestino y riñones estaban parcialmente destruidos por el alcohol. Sin embargo, si el examen fuera humano, seguro que diría que con Mané desapareció, sobretodo, el sueño de todo y cualquier hombre que quiere hacer de la alegría la razón suprema del fútbol. Y de la vida.
3 comentarios:
VIVA MANÉ GARRINCHA POR SIEMPRE!!!!
Un saludo!
Garrincha era mejor que Maradona, pero ligeramente inferior a Pelé.
simplemente genio. simplemente solo, sin un amigo ni un guia
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