El aplicado profesional Eduardo Gonçalves de Andrade, profesor de semiología -estudio de los síntomas del dolor en la Facultad de Ciencias Médicas de Belo Horizonte- leía en Internet a su propósito: crack del fútbol, dicho Tostão, nacido en la capital minera el 25 de enero de 1947 y héroe del Mundial de 1970. Se dio entonces cuenta de que estaba encerrado en una vida académica desde hace más de 20 años y sintió nostalgia de sí mismo. En este instante se tuvo que detener en sus reflexiones para atender a una llamada telefónica. Un periodista le decía educadamente: "Doctor Eduardo, sé que a Usted no le gusta hablar de su pasado de jugador, pero...".
- Es verdad, interrumpió el médico, usted venga a mi casa, esta misma noche, y hablaremos de esto, por favor.
En casa, contó al reportero que era hijo de Osvaldo, bancario y de Osvaldina, empleada pública. Y que en su niñez en Belo Horizonte, la bella capital minera, le apodarían Tostão por ser el más menudo de los partidos de calle de su barrio. En ese barrio lo vendría a buscar el Cruzeiro Esporte Clube. Antes, Tostão sería juvenil del América de Minas Gerais, el equipe del corazón de su padre Osvaldo, y luego se hizo profesional con el Cruzeiro a los 17 años. Tanto que en septiembre de 1965, cuando inauguraron el estadio Mineirão, él era el mediapunta de ese equipo que contaba con Dirceu Lopes, Zé Carlos, Piazza y Raúl. Ese mismo que en 1966, vencería al poderoso Santos de Pelé, Carlos Alberto, Zito, Gilmar y compañía en la Taza Brasil, antecesor del campeonato brasileño.
Sus actuaciones en los certámenes de Minas y brasileños lo llevaron, el 15 de mayo de 1966, a la selección absoluta contra Chile en un partido donde empatarían a uno. Desde entonces, Tostão fue un clásico de las convocatorias, entre cuales la del Mundial 66 en Inglaterra, donde sólo jugó un partido en la derrota de Brasil 3-1 contra Hungría, pero marcando él el solitario tanto canarinho. Tal partido, además, fue el único que perdió Garrincha, gordito y fuera de forma con Brasil. En contrapartida, al año siguiente el jugador de Minas Gerais ganaría con la selección la Copa Rio Branco contra Uruguay, torneo en que apareció con la camiseta amarilla, su compañero del Cruzeiro, Dirceu Lopes. Y en 1968, Tostão marcaría un gol al inmortal portero ruso Lev Yashin, en un partido contra la selección FIFA, en el Maracanã.
Pero ese año de 1968 -año en que la dictadura militar brasileña exacerbó hasta la propia estupidez, en que los estudiantes de Francia desafiaron a De Gaulle y en que el pueblo de Praga quiso democratizar el socialismo- marcaría el crack extra-campo. Él, con conciencia política, se entristecía de ver su país frustrado de lo que él consideraba como ideal político y de mayor dignidad: la libertad. Discreto, nuestro joven atleta se solidarizaba con los que luchaban para un estado democrático de derecho. Además valiéndose de su prestigio, Tostão nunca se abstuvo de opinar en favor de los banidos del País y contra la tortura sistemática de los presos políticos. O sobre tesis que le eran queridas, y creo que aún lo son, como la reforma agraria y la redistribución de la riqueza en Brasil.
Pero su oficio de futbolero le arrancaba del debate ideológico y lo reponía en juego, donde Tostão jugaría todos los encuentros con la selección en las eliminatorias del entonces próximo Mundial. En el campo, coherente con su ciudadanía, era solidario, habilísimo y de gran creatividad, de las más inteligentes del país. Se veía en él uno de los jugadores más completos de la historia del fútbol y abriendo espacios para sus compañeros, atraía a adversarios con tanta facilidad que se decía que era un gran jugador sin balón. Una definición que nunca le gustó. Porque con ella, con la pelota en el pie, Tostão jugaba aún mejor. Pero el 24 de septiembre de 1969, en São Paulo, contra el Corinthians, ese mayor ídolo de la historia del Cruzeiro recibió un pelotazo en la cara que le descolocó la retina izquierda. Tanto que, obligado a la cirugía, muchos dudaron que volvería a jugar. Lejos de esas especulaciones, el técnico João Saldanha aparcó la historia con un chiste, diciendo, que hasta con un sólo ojo, Tostão, podría comandar el ataque mejor que el general judío Moshe Dayan, político de derecha y eximio estratega militar de Israel.
Dicho y hecho: el artista fue convocado para la selección dos meses después de los demás. En la fase de preparación, el del Cruzeiro recibió una llamada sospechosa, amenazándole de represalias en cuanto a su visión política. Pero no se conmovió y en el Mundial de 1970, en el ataque con Jairzinho, Pelé, Gérson y Rivellino, hizo real el chiste de Saldanha. Eso justo después de haber firmado el increíble quinto campeonato consecutivo de Minas Gerais con el Cruzeiro (65-66-67-68-69). Tras el título de México, Tostão sería considerado en Europa como el jugador más eficiente del Mundial. Y su club aprovecharía su prestigio para facturar grandes sumas de dólares por hacer giras en el exterior.
En 1972, año en que Brasil ganaría la Taza Independencia, el ídolo del Cruzeiro en gira en el Viejo Continente se enfadó con el autoritario Iustrich, técnico recién contratado. Añadido a otros desencuentros con el club, eso provocaría su salida para fichar con el Vasco da Gama, que pagó una millonada su trapaso. Pero en Río, Tostão nunca sería el mismo y peor: avisado por su médico particular de que su retina empeoraba, él relacionó eso con el hecho que no recibía sueldo desde meses y puso el club cruzmaltino en la justicia. Como, por eso, insinuarían sobre su mentalidad, Tostão decidió acabar su carrera en 1973. A partir de esa fecha, desaparece de los noticiarios y se involucra en la medicina, costeando sus estudios con lo que tenía invertido en una estación de servicio y una tienda de material deportivo, empresas gestionadas por sus hermanos.
Eduardo Gonçalves de Andrade, Tostão, que fue tres veces pichichi de la campeonatp de Minas Gerais y disputó 65 encuentros con la selección, marcando 36 goles, se había casado a principios de los 70, de cual unión tendría un hijo y una hija. De una nueva relación amorosa, también tendría una niña y un chaval. Médico profesional, aparte de la enseñanza universitaria, jamás ofició en un consultorio, prefiriendo actuar en el hospital de Belo Horizonte. Sin embargo, a finales de los 90 -gracias al periodista Luciano do Valle-, fue revelado como comentarista deportivo de televisión. Y por sus argumentos lúcidos, objetivos e inteligentes, en seguida sería tomado en serio y luego considerado como uno de los más respetados hombres de los medios de comunicación deportivos de Brasil, donde también firmaría crónicas en periódicos y revistas entre cuales la Folha de São Paulo, el mayor vehículo informativo del país, donde demuestra una pluma fina, de calidad original y sensata opinión. Entre cuales bellezas destacaremos esa: "La diferencia entre un gran jugador y los demás es su capacidad de inventar en el acto. De repente, sale una jugada que nadie había prevista". Ese extraordinario crack escribió también el libro "Lembranças, opiniões e reflexões sobre futebol" (Memorias, opiniones y reflexiones sobre el fútbol), además de haber sido homenajeado en el cine en "Tostão, la moneda de oro".
A ese ciudadano de convicciones democráticas, verdadero oro del Minas, que quiso sindicalizar a los jugadores de fútbol de su tiempo, una sonora salva de palmas.
- Es verdad, interrumpió el médico, usted venga a mi casa, esta misma noche, y hablaremos de esto, por favor.
En casa, contó al reportero que era hijo de Osvaldo, bancario y de Osvaldina, empleada pública. Y que en su niñez en Belo Horizonte, la bella capital minera, le apodarían Tostão por ser el más menudo de los partidos de calle de su barrio. En ese barrio lo vendría a buscar el Cruzeiro Esporte Clube. Antes, Tostão sería juvenil del América de Minas Gerais, el equipe del corazón de su padre Osvaldo, y luego se hizo profesional con el Cruzeiro a los 17 años. Tanto que en septiembre de 1965, cuando inauguraron el estadio Mineirão, él era el mediapunta de ese equipo que contaba con Dirceu Lopes, Zé Carlos, Piazza y Raúl. Ese mismo que en 1966, vencería al poderoso Santos de Pelé, Carlos Alberto, Zito, Gilmar y compañía en la Taza Brasil, antecesor del campeonato brasileño.
Sus actuaciones en los certámenes de Minas y brasileños lo llevaron, el 15 de mayo de 1966, a la selección absoluta contra Chile en un partido donde empatarían a uno. Desde entonces, Tostão fue un clásico de las convocatorias, entre cuales la del Mundial 66 en Inglaterra, donde sólo jugó un partido en la derrota de Brasil 3-1 contra Hungría, pero marcando él el solitario tanto canarinho. Tal partido, además, fue el único que perdió Garrincha, gordito y fuera de forma con Brasil. En contrapartida, al año siguiente el jugador de Minas Gerais ganaría con la selección la Copa Rio Branco contra Uruguay, torneo en que apareció con la camiseta amarilla, su compañero del Cruzeiro, Dirceu Lopes. Y en 1968, Tostão marcaría un gol al inmortal portero ruso Lev Yashin, en un partido contra la selección FIFA, en el Maracanã.
Pero ese año de 1968 -año en que la dictadura militar brasileña exacerbó hasta la propia estupidez, en que los estudiantes de Francia desafiaron a De Gaulle y en que el pueblo de Praga quiso democratizar el socialismo- marcaría el crack extra-campo. Él, con conciencia política, se entristecía de ver su país frustrado de lo que él consideraba como ideal político y de mayor dignidad: la libertad. Discreto, nuestro joven atleta se solidarizaba con los que luchaban para un estado democrático de derecho. Además valiéndose de su prestigio, Tostão nunca se abstuvo de opinar en favor de los banidos del País y contra la tortura sistemática de los presos políticos. O sobre tesis que le eran queridas, y creo que aún lo son, como la reforma agraria y la redistribución de la riqueza en Brasil.
Pero su oficio de futbolero le arrancaba del debate ideológico y lo reponía en juego, donde Tostão jugaría todos los encuentros con la selección en las eliminatorias del entonces próximo Mundial. En el campo, coherente con su ciudadanía, era solidario, habilísimo y de gran creatividad, de las más inteligentes del país. Se veía en él uno de los jugadores más completos de la historia del fútbol y abriendo espacios para sus compañeros, atraía a adversarios con tanta facilidad que se decía que era un gran jugador sin balón. Una definición que nunca le gustó. Porque con ella, con la pelota en el pie, Tostão jugaba aún mejor. Pero el 24 de septiembre de 1969, en São Paulo, contra el Corinthians, ese mayor ídolo de la historia del Cruzeiro recibió un pelotazo en la cara que le descolocó la retina izquierda. Tanto que, obligado a la cirugía, muchos dudaron que volvería a jugar. Lejos de esas especulaciones, el técnico João Saldanha aparcó la historia con un chiste, diciendo, que hasta con un sólo ojo, Tostão, podría comandar el ataque mejor que el general judío Moshe Dayan, político de derecha y eximio estratega militar de Israel.
Dicho y hecho: el artista fue convocado para la selección dos meses después de los demás. En la fase de preparación, el del Cruzeiro recibió una llamada sospechosa, amenazándole de represalias en cuanto a su visión política. Pero no se conmovió y en el Mundial de 1970, en el ataque con Jairzinho, Pelé, Gérson y Rivellino, hizo real el chiste de Saldanha. Eso justo después de haber firmado el increíble quinto campeonato consecutivo de Minas Gerais con el Cruzeiro (65-66-67-68-69). Tras el título de México, Tostão sería considerado en Europa como el jugador más eficiente del Mundial. Y su club aprovecharía su prestigio para facturar grandes sumas de dólares por hacer giras en el exterior.
En 1972, año en que Brasil ganaría la Taza Independencia, el ídolo del Cruzeiro en gira en el Viejo Continente se enfadó con el autoritario Iustrich, técnico recién contratado. Añadido a otros desencuentros con el club, eso provocaría su salida para fichar con el Vasco da Gama, que pagó una millonada su trapaso. Pero en Río, Tostão nunca sería el mismo y peor: avisado por su médico particular de que su retina empeoraba, él relacionó eso con el hecho que no recibía sueldo desde meses y puso el club cruzmaltino en la justicia. Como, por eso, insinuarían sobre su mentalidad, Tostão decidió acabar su carrera en 1973. A partir de esa fecha, desaparece de los noticiarios y se involucra en la medicina, costeando sus estudios con lo que tenía invertido en una estación de servicio y una tienda de material deportivo, empresas gestionadas por sus hermanos.
Eduardo Gonçalves de Andrade, Tostão, que fue tres veces pichichi de la campeonatp de Minas Gerais y disputó 65 encuentros con la selección, marcando 36 goles, se había casado a principios de los 70, de cual unión tendría un hijo y una hija. De una nueva relación amorosa, también tendría una niña y un chaval. Médico profesional, aparte de la enseñanza universitaria, jamás ofició en un consultorio, prefiriendo actuar en el hospital de Belo Horizonte. Sin embargo, a finales de los 90 -gracias al periodista Luciano do Valle-, fue revelado como comentarista deportivo de televisión. Y por sus argumentos lúcidos, objetivos e inteligentes, en seguida sería tomado en serio y luego considerado como uno de los más respetados hombres de los medios de comunicación deportivos de Brasil, donde también firmaría crónicas en periódicos y revistas entre cuales la Folha de São Paulo, el mayor vehículo informativo del país, donde demuestra una pluma fina, de calidad original y sensata opinión. Entre cuales bellezas destacaremos esa: "La diferencia entre un gran jugador y los demás es su capacidad de inventar en el acto. De repente, sale una jugada que nadie había prevista". Ese extraordinario crack escribió también el libro "Lembranças, opiniões e reflexões sobre futebol" (Memorias, opiniones y reflexiones sobre el fútbol), además de haber sido homenajeado en el cine en "Tostão, la moneda de oro".
A ese ciudadano de convicciones democráticas, verdadero oro del Minas, que quiso sindicalizar a los jugadores de fútbol de su tiempo, una sonora salva de palmas.
Fuente: Anotnio Falcao
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